Nadie puede decir en el Planeta que no se ha visto afectado por el bicho invisible que empezamos llamando Coronavirus y luego entendimos que en ese universo viral real -y no virtual- el nuevo del vecindario era el Covid-19, y que resultó ser el mal vecino, que todos queremos lejos y que hasta nos tapamos la cara para evitarle y nos lavamos para dejarlo correr por las alcantarillas rodeado y acabado por el súper héroe o por el mejor amigo que resultaron siendo el jabón y el alcohol.
Su indeseable presencia ha estado cargada de contrastes… desde hace un tiempo en mi caso lo he empezado a llamar el innombrable; por haberme confinado, alejado de los seres queridos, no permitirme hacer el duelo de mis pérdidas por su culpa, haber hecho que mi empresa se viniera a menos, impedirme abrazar, socializar con los amigos o simplemente con los compañeros de estudio o trabajo… una locura que contrasta con la oportunidad que fue el tener a los familiares más cercanos, más cerca que nunca, el haber descubierto que la virtualidad acercaba y es mucho lo que podemos hacer sin reunirnos y sin exponernos a contagiarnos o contagiar.
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Y en este Semana Santa que acaba de terminar encontré otra oportunidad tras un año de aprendizajes producto del innombrable y es hacer un alto el camino para dejarnos asombrar con el amor infinito de Jesús, que traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas, de nuestras dificultades. Esto es algo de lo que “desmenuzó” el Papa Francisco al destacar del Evangelio del sábado la mención de ir a Galilea, lugar donde tras la resurrección nos volvemos a encontrar con Él.
Y es que Galilea es el lugar real (pues queda en Israel) pero está hoy cargado de simbolismo, del lugar donde iremos solo si queremos para comenzar de nuevo, donde encontraremos una razón para no perder la esperanza tras momentos difíciles.
“Siempre es posible volver a empezar, porque existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos”, señaló el Papa durante la celebración de la Vigilia Pascual 2021, desde la Basílica de San Pedro, en medio de la segunda Semana Mayor afectada por el innombrable.
El Sumo Pontífice también señaló que incluso de los escombros de nuestro corazón, pues cada uno conoce sus propias dificultades, sus miserias, sus dolores, y de esto que muchas veces nos entristece Dios puede construir una obra de arte, una nueva historia que se reescribe con la esperanza que renace desde el fondo del corazón.
La invitación es pues a ir a Galilea, que está más cerca de lo que creemos, está a un si… para poder reencontrarnos, dejarnos sorprender y renacer.
Así seguiremos aprendiendo de esta Pandemia, de la que esperamos pronto salgamos convertidos en una mejor versión de cada un@, gracias a ese Jesús vivo que no está obsoleto.
Por: Luz Marina Gamarra
Instagram: @luzmarinagamarra
Imagen: Cross Walk
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