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Sin pan no hay circo, adiós a la copa

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COPA

Debo aceptar que sentí algo de alegría cuando se confirmó lo evidente. La insensatez no pudo mantenerse un día más y la Conmebol ratificó lo que más que una sospecha era un clamor: La Copa América no transcurrirá en Colombia. Para pesar del inhábil gobierno de Iván Duque, la mayor competencia de selecciones de este continente no tendrá lugar dentro de nuestro país. Las circunstancias urgentes que se viven en la actualidad y por las que el presidente esperaba que la copa se celebrara aquí, son la razón principal para que los dirigentes internacionales, protegiendo su propio nombre, cancelaran el descabellado intento de esta administración para poner un telón distractor sobre las manifestaciones, protestas que piden a gritos cambios verdaderos y profundos en el modo en que se maneja la política, la economía, y en general, el destino de millones de colombianos que exigen más pan y menos circo.

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Se sabía el resultado, pero faltaba determinar cuando sucedería. Más allá de la insistente gestión realizada – y que sigue haciendo – la mediocre administración Duque, el retiro de Colombia como una de las sedes de la Copa América es una decisión tomada. La obstinación por ser anfitriones del evento corresponde a dos grandes motivos: Los compromisos comerciales adquiridos con los patrocinadores, y principalmente, a la desesperada necesidad de crear un espectáculo con la fuerza necesaria para diluir el descontento social que impera en las calles. Parece que el uso de la fuerza no le es suficiente al gobierno para aplacar los ánimos de los colombianos que protestan, por lo que el acontecimiento de esta competición le serviría de excusa para extremar el ejercicio de la violencia para terminar con las marchas sin haber solucionado el conflicto de fondo.

El fútbol es un deporte que vive de la pasión, lo que por momentos nos hace olvidar que se trata de un producto comercial como cualquier otro. Desde el año 2019, los grandes auspiciantes asignaron recursos a la Conmebol para la celebración de la Copa América, que se supone debía haberse realizado el año pasado, y su aplazamiento significa pérdidas multimillonarias a las marcas que esperan lucrarse de la vehemencia de los aficionados, una ambición a la que poco le aflige la situación de orden público y de salud que viven los países.

Por otra parte, el ignominioso presidente de nuestro país ha demostrado hasta el cansancio, que está embelesado con la forma y la importancia de su imagen, prescindiendo enteramente del contenido. Prueba de ello son los $ 20 mil millones, distribuidos en 15 contratos distintos, que ha invertido el ejecutivo en acciones de publicidad oficial. Para Iván Duque, un hombre ávido de intervenciones mediáticas, esta habría sido una ocasión de robar aun más segundos de pantalla en televisión nacional, posando como un demócrata preocupado y como un hincha común, haciendo malabares con una pelota, tomándose fotos con un trofeo o promoviendo arengas insulsas en apoyo a la selección; haciendo cualquier cosa menos ocuparse de lo importante: La recuperación económica, la desigualdad social o la crisis sanitaria.

Al final esta ilusión mundana de ser huéspedes del torneo de selecciones más antiguo de la historia quedará en eso, simples deseos. El palo no está para cucharas, la vanidad de los políticos y la codicia de los propietarios del fútbol tendrá que esperar. Haber celebrado un evento de esta magnitud en el país habría sido una ofensa más hacia quienes han sido asesinados en las protestas, contra quienes continúan expresando su inconformismo en las calles y para los policías que siguen las órdenes para enfrentar a sus conciudadanos. Me alegra profundamente que no se lleve a cabo la Copa en Colombia, porque, de haberlo permitido, sería deslegitimar el sentimiento popular de inconformismo, continuar robándole la agencia a ese grueso de la población que cada vez tiene menos injerencia sobre lo que sucede alrededor, y hoy, cuando logra desestabilizar a ese gobierno que permanece normalmente inapelable en su pedestal, estos intentan arrebatarle la oportunidad para imponer a fuerza el circo de su incompetencia.

PD: En paz descanse el buen periodismo de la otrora respetada Revista Semana, Vicky Dávila es lo peor que le ha pasado a esta sufrida profesión en la historia de Colombia.

Por: Juan Ramírez
Instagram: @sebasragut
Imagen: AFP / Daniel Muñoz
*Las opiniones expresadas no representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.

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