Una vez más la Copa América se vio envuelta en medio de una ola de situaciones históricas que ameritaron la toma de decisiones difíciles y de fuertes críticas a favor y en contra de las mismas.
Se puede entender que el estado general del continente frente a la ola pandémica combinada con la ya aturdida crisis socio-económica regional puede generar cierto malestar contra la decisión de aperturar el campeonato regional de fútbol que la CONMEBOL decidió que debía jugarse este año, se puede entender que muchos no entiendan que la crisis de las selecciones deportivas de diferentes disciplinas con esta pandemia no se haga sentir, pues es algo que pasa debajo de los titulares de problemas más grandes como la desilusión frente a la situación médico-hospitalaria, los problemas sociales, los problemas políticos inter e intra-nacionales, entre otros.
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Pero no se puede entender, cómo la sociedad, en el punto de vista general prefiera mantenerse enfocada en rutinas diarias deprimentes, sin opciones de fomentar pasiones sanas, fomentar el espíritu deportivo en medio de un episodio global triste, en medio de un capítulo que no menos de 3 generaciones están padeciendo juntos, sin posibilidad de esquivarlo, sin refugio, sin armas, con la única esperanza de que algún día, con Dios de por medio, esta tragedia biológica pasará y se volverá a una vida más “normal”, diferente, pero normal.
Hay un fenómeno psicológico que se estudia tanto en carrera como también en la profesión de la psicología, que intenta darle una franca explicación al deseo constante de la población de sólo hablar de problemas, de esquivar las noticias positivas y siempre buscarles una crítica, un punto donde se pueda atacar y generar más hostilidad en la población, sinceramente es algo que, como estudioso de los temas socio-económicos no logra entenderlo.
La Copa América es en este momento, a pesar de todas las observancias que se le puedan dictar, el mejor remedio que las personas pueden tener para desconectarse de un mundo lleno de problemas, y dejar que, frenéticamente, por las venas que recorren el cuerpo, un sentimiento, una bandera, una emoción, nos deje liberar lo que tanto añoramos cuando entre pitazo y pitazo, patada y patada, pases, jugadas, interceptaciones y contragolpes se obtenga lo que tanto se desea: ¡Un indiscutible gol con sabor a victoria a cualquier costo! ¡Goles de los que desgarran las cuerdas vocales, arreglan temporalmente problemas de columna, y fortalecen las piernas del más sedentario ser hogareño! ¿Por qué censurarlo? Si sólo ocurre una vez cada 4 años, ni más, ni menos.
Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: France 24
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