Esta semana fueron noticia las críticas hacia la Feria Buró por haberle negado un trozo de pizza a un trabajador, esto en medio de un evento de emprendimientos. Los comentarios negativos abordaron un acto que la gente calificó como falto de humanidad, aunque las reacciones se hicieron masivas por la entrevista que realizó la emisora La W a María Alejandra Silva, creadora de la Feria y principal acusada en el caso de discriminación hacia dos de sus colaboradores, y como en las historias con los mejores villanos, lejos de aclarar la situación y ofrecer excusas por lo sucedido, la empresaria terminó por irse doble o nada en su ofensa, re victimizando a los primeros afectados, y ganándose el odio de quienes no la conocían hasta ahora, todo esto sin pedir perdón.
Primera puntualización: Si llegara a ser tendencia en redes sociales que un hombre pateó a 62 niños en medio de un parque, La W entrevistará sin dudar al primero al pateador que a alguno de los 62 pateados. Pese a que entiendo la intención de conocer los dos lados de la historia – en honor a esa vieja máxima del periodismo sobre la objetividad – no estaría mal que en estos casos se le otorgue primero una voz, extendida y sin prejuicios condescendientes, a las víctimas.
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Tal vez en este caso entrevistar en primer lugar a la persona inculpada no tenía ninguna connotación perjudicial, pues en principio no se estaría cometiendo ningún delito, y en segunda instancia, porque lo que pudo haber sido una oportunidad para que Silva blanqueara su error y le restara importancia a sus acciones, terminó siendo una declaración de intenciones de una persona enajenada, quien no comprendía el contexto de su agravio y que necesitó de la desaprobación en masa para comprender lo que había ocurrido.
Si se piensa detenidamente, este no es un caso gravísimo de marginación, e incluso no dista mucho de esos actos a los que tristemente estamos acostumbrados en nuestra cotidianidad. Ignorar a los habitantes de calle, desplazados e inmigrantes hace parte de esa cara fría que ofrecemos normalmente en las ciudades, por lo que negarle una porción de pizza a una persona de seguridad es apenas una confirmación de nuestra mezquindad. Esto no quiere decir que no esté mal esa insensibilidad de rehusarse a dar comida a alguien, pero habla mucho de nuestra moral como sociedad que juzgamos duramente solo cuando esos hechos adquieren viralidad en redes sociales.
Otra de las particularidades del pequeño escándalo fueron las personas que sugerían que este inconveniente se podría haber evitado si María Alejandra Silva hubiera tenido un correcto entrenamiento de vocería, es decir, con una preparación adecuada y con una selección más cuidadosa de las palabras, la polémica se habría contenido de manera efectiva y los comentarios segregadores de la empresaria, al igual que sus acciones excluyentes, no habrían tenido la relevancia que lograron finalmente. El pensamiento utilitario de la comunicación organizacional nos dice que las reacciones pudieron haber sido interceptadas a tiempo y así evitar mayores perjuicios a la marca. Me preocupa la abundancia de estos expertos en control de daños ¿A cuántos sujetos horribles habrán protegido de exponer su personalidad ante el mundo?
Adicionalmente, en la discusión surgió el bando de los escépticos, al que suelo pertenecer, pero en esta ocasión esgrimiendo una opinión con la que no comulgo. Hubo quienes afirmaban que la Feria Buró continuó como si nada a pesar de la controversia y que las redes sociales son una burbuja que no representa lo que ocurre en la vida real, craso error. Las redes sociales son una muestra poblacional que seguramente no representa a la totalidad de las personas y sus convicciones, pero no creo que haya ninguna duda de que estas son un modelo a escala de nuestras interacciones reales. Que el evento prosiguiera pese a lo ocurrido no es un indicador de que el mundo real no es afectado por la opinión de las redes, más bien, es una señal de nuestros gustos vergonzantes y nuestra inacción política. Claro que se condenó la discriminación de Buró, pero no por ello se iba a dejar de asistir a esa cita particular con esa experiencia que deseamos. Y quienes opinaron negativamente sobre la Feria, seguramente tampoco deseaban asistir con antelación.
El debate terminó como casi todas las polémicas anteriores, con una fama inusitada y pasajera para sus protagonistas, sin conocer la opinión de la persona vulnerada (el vigilante) en primer lugar, con una subida repentina en el tráfico de algunos medios de comunicación que supieron aprovechar la situación para lograr más visitas, mientras los usuarios de internet aguardan por la próxima afrenta para expulsar esa violencia reprimida y sin consecuencias que garantiza la digitalidad, María Alejandra Silva quedará con algunas secuelas en su nombre por cuenta de su arribismo y tacañería, habiendo dado unas escuetas disculpas ensayadas, pero sobre todo, sin que aquí alguien haya pedido un sincero perdón.
Por: Juan Ramírez
Instagram: @sebasragut
Imagen: As Colombia
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