Alejandra Azcarate tal vez no visitó en persona los sótanos del infierno, pero si nos ha enseñado como se construyen las escaleras que llevan a ellos. Luego de desaparecer por unas cuantas semanas, la comediante ha regresado a la vida pública a través de la publicación de un video donde pone de manifiesto la tristeza vivida, las implicaciones que ha tenido la polémica en su carrera y al final de su mensaje ha soltado una amenaza de persecución legal para todos aquellos que la han tratado, según asegura ella misma, como la peor criminal de todas. Un retorno que logró lo opuesto a o lo que se imaginaba su protagonista, que por ahora no comprende la falta de empatía de la que ha sido promotora desde siempre.
Primero lo primero, a pesar de que el usuario promedio de internet pretenda asegurar que Alejandra Azcarate es una reencarnación arribista de Griselda Blanco, está lejos de tener la razón o al menos un caso sólido. La justicia detuvo la avioneta que no es propiedad del esposo de la humorista, como algunos insisten en afirmar, pero este sí está registrado como parte de la flota de una empresa aeronáutica en la que Miguel Jaramillo figura como socio y que, a pesar de ser la persona indiciada, está lejos de ser el protagonista de las burlas incesantes en las redes sociales. El caso no ha sido juzgado, a duras penas será investigado por la rigurosidad mediática de los interpretes de la tragicomedia, y posiblemente unos meses más tarde las autoridades terminen por dictar una sentencia absolutoria a favor de Jaramillo.
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Esta aclaración es importante porque más allá de las pretensiones colectivas para lograr una condena proporcional al desagrado que suscita la Azcarate en la gente, esto no pasará de ser una de las fantasías del resentimiento de los agraviados por la fanfarronería de la actriz, no solo porque la justicia se volverá a mostrar inoperante, además porque creo genuinamente que Alejandra Azcarate no tienen nada que ver en el asunto. Debemos perder el miedo de abandonar esa mal sana costumbre tan colombiana de lapidar a personas que no nos agradan por un delito incomprobable, un resquemor que a la larga nos ha costado más de una vida. Y esto no es una defensa a ultranza de los reprochables comportamientos de la comediante, es más un llamado a la conciencia, a salir por un momento de la ingenuidad propia y una invitación a darle el peso que se merece a temáticas que suelen acrecentarse a la misma velocidad con la que son olvidadas al bajar la efervescencia de nuestra indignación.
Por otro lado, es destacable como la Azcarate permanece en su burbuja, enceguecida por un ego tan ruidoso como frágil. Ella, ensimismada en su alevosía petulante y excluyente, sigue creyendo que las desproporcionadas reacciones a su tragedia personal son resultado de la incapacidad cognitiva de enemigos en las sombras que la envidian permanentemente, cuando la realidad es que ella misma se ha ganado la fama que le precede, se ha atribuido a fuerza de antipatía el disgusto que genera oírla, por ello con gran tino algunos de sus odiadores con más tiempo libre han recopilado declaraciones en que la comediante se regocijaba en su gusto por reír de la desgracia ajena, algo que no parece haberle caído muy bien ahora que se encuentra al otro lado de la mecha, llevándola al extremo de instaurar acciones legales contra cualquiera que ose demeritar su nombre.
Entonces ¿Por qué responde así alguien que entiende júbilo en el infortunio del otro como una manifestación del humor? La respuesta la intuimos todos menos Azcarate. Ella está dispuesta a ver con jocosidad el estereotipo físico, en los tropos predecibles, siempre lista para mofarse del pobre, del diferente. A pesar de que no creo en esa premisa pretensiosa de que el humor debe hacerse irremediablemente de abajo hacia arriba, incomodando solo a los poderosos, tampoco creo que las rutinas simplonas y llenas de clichés de hace 30 años deban considerarse irreverencia o incorreción política, porque como nos lo ha demostrado este caso, si haces del elitismo más recalcitrante una carrera, puede que este te termine ayudando a forjar esa escalera hacia el sótano de ese pesado infierno que es el aborrecimiento popular. De seguro ahora no le hace tanta gracia la desgracia, obtienes lo que siembras, ahora recibes la cosecha de las risas crueles.
Por: Juan Ramírez
Instagram: @sebasragut
Imagen: Archivo Zona Captiva
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