Esta semana fue tendencia las declaraciones del Papa Francisco al decir que aquellos que preferían las mascotas sobre la idea de tener hijos eran egoístas, declaraciones que ponen sobre la mesa, una vez más, qué opción es la “correcta”, si tener hijos o perrhijos.
Realmente, esa decisión va en cada quién, hay quienes deciden no ser padres porque no se sienten emocionalmente responsables para hacerlo, hecho que es de alabar, pues ellos son los que rompen las cadenas de crianzas solitarias y llenas de traumas, por otra parte, están quienes prefieren hacerlo por cuestiones económicas o de conciencia social, también muy válidas en el contexto global en el que nos encontramos: calentamiento global, reducción de los recursos naturales, guerras, etc. y en su defecto, prefieren una mascota que los acompañe en la vida, o incluso, prefieren andar “solos” por el mundo.
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La cuestión aquí no es de egoísmo, es de la capacidad emocional para hacer una o la otra cosa, porque no todos nacen para ser padres y no todos nacen para tener un animal de compañía, por lo que ambos, se reduce a lo mismo, al nivel de amor que cada ser humano tiene para decidir aceptar la tarea. De igual manera, el hecho de tener una mascota o un hijo, recae también en que es una decisión enteramente personal, e incluso, podríamos decir que anatómica.
Las declaraciones dadas por el sumo pontífice hacen que a su vez, se niegue el hecho de la existencia de la transformación de la familia a lo largo del siglo, pues ahora es cada vez más común que los animales de compañía entren a ser miembros activos de la familia, tal y cómo sucedió en España, país que les otorgó derechos a los animales de compañía; mostrando así que no existe egoísmo sino una clara necesidad de brindar amor a todos los seres vivos con los cuales se comparte el hogar.
De hecho, es también cierto, que las familias con hijos a veces también incluyen a las mascotas dentro de su círculo, porque no se trata de que se prefiera a uno o al otro, o cual le hace menos daño al planeta, se trata de aprender a convivir en paz y amor, tal y cómo se enseña en La Biblia con todos los seres que habitan el planeta, sin pretensiones y sin la intención de creer que alguien es más que el otro.
Lo importante al final es que, sea con un hijo o un animal de compañía, el ser humano pueda tener la oportunidad de expresar su amor con otra alma, que pueda tener alguien que lo acompañe en el proceso de vivir, si así lo desea, pues la decisión de estar “solo” o en compañía, nunca será una decisión egoísta.
Por: Paula Andrea Porto Tavera
Instagram: @paulaportocine
Imagen: Pixabay
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