Todos tenemos padres, es un hecho, aún con las nuevas técnicas de fecundación nuestra raíz tiene dos progenitores, y así la vida florece repitiendo el proceso una y otra y otra vez…
Pero, ¿qué pasa cuando uno de ellos no está presente en nuestra vida?.
¿Qué sucede cuando el desarrollo de nuestras primeras etapas de la vida se forma en la ausencia de uno o de ambas figuras paternales que deben guiar nuestro entendimiento de la vida y el desarrollo de nuestra conducta?.
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Muchos son los casos en las que los niños y jóvenes sufren de la ausencia parcial o completa de una figura paternal o maternal que les guíe durante su desarrollo, esto ha coincidido en conductas rebeldes, depresivas, intolerantes o en algunos casos hasta de timidez y nerviosismo aparentemente injustificado que, aunque muchos no lo notan, pueden estar condicionados por esa guía necesaria para los jóvenes que viven del día a día para aprender más del mundo que les rodea… un mundo que les exige cierta disciplina, autocontrol, confianza en su círculo cercano, amabilidad, educación… tantas cosas implícitas en la crianza de los hijos que simplemente por razones tan diversas terminan siendo asumidas por los hijos de forma autónoma asumiendo circunstancias que posiblemente no le permitan entender muchos aspectos de la vida.
No hay nada más hermoso en la vida que tener unos padres que estén presentes para el hijo que crece, que hace preguntas, que cuando tiene problemas puede consultarles y pedirles una respuesta, una opinión, un consejo, e incluso, que sean capaces de castigar en el momento oportuno las malas decisiones que, sean por inocencia o por malicia, tome el joven para hacerlo rectificar a tiempo. Ese es el desarrollo de una sociedad ética, correcta, educada.
Pero qué dolor cuando uno por la calle encuentra madres solteras o padres solteros, sea por una tragedia, por una relación infructuosa, o peor aún por la irresponsabilidad y dejadez de uno de los padres que decide olvidarse de aquello que han procreado y deciden dejarlo a su suerte con la madre o el padre que decide no dejarles abandonados porque un joven, un niño, es un ser indefenso ante un mundo de hostilidad, donde la inocencia es aplastada cuando no hay un ser que defienda a capa y espada la felicidad de ese ser que poco a poco madura en una sociedad que no para de crecer.
Cómo duelen los jóvenes cuando su crianza es incompleta, y duele más al saber que el ciclo se repite con las crisis económicas, las guerras, las hambrunas, y la irresponsabilidad de las personas.
Si la gente supiera lo bella que es la vida..
Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Bekia Padres
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