En todo este asunto de la sostenibilidad ecológica en los aspectos corporativos y sociales, surge la pregunta en medio de un mundo en crisis: ¿Es realmente provechoso ser ecológicamente sostenible?
Una pregunta complicada que puede tener una respuesta muy simple: Si, pero no.
Ser sostenibles ecológicamente nos lleva por una cantidad de factores que al analizarlos sería difícil poder resumirlos en una partida de menos de 300 palabras.
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Sin dejar a un lado los grandes esfuerzos que las compañías más prestigiosas han hecho por hacer sus productos energéticamente más eficientes, materiales de procedencia certificada y así varios aspectos que hoy en día parecen cotidianos pero que en su momento requirieron un enorme esfuerzo para poder desarrollar lo que hoy en día conocemos como «reciclable», «amigable con el medio ambiente», entre otros…
Es muy lindo, pero es inútil sin una infraestructura que sea capaz de procesar estos materiales aparte de la basura común cuando llegan al final de su vida útil, es tenaz ver en muchos casos cómo poblaciones enteras ven sus avances de desarrollo de programas de sostenibilidad cuando ven sus servicios de recolección de desechos poner todo en un mismo saco y enterrarlo en un relleno sanitario o en una incineradora.
Es un llamado a no sólo ser más eficientes y ecológicos lo que hace falta para un mundo sostenible, sino a apelar a mejores infraestructuras,, eficientes y llamativas para la sociedad, que sea sensiblemente mejor ser de baja huella que un simple contaminante más del montón.
¿Vale la pena ser sostenible? Si pero requiere un esfuerzo sensiblemente alto que sólo con el tiempo se puede ver amortizado hasta cierto punto, dado que nunca es suficiente eficiencia para todo lo que hay que recuperar, el camino es largo y gris, pero la meta es una, y hay que conseguirla.
Tiene que valer la pena porque es lo que nuestras futuras generaciones podrán ver como un gesto de buena fe por parte de nosotros para arreglar un daño casi irreversible o, por otra parte, una rotunda farsa que sólo nos sumió más en nuestra miserable vida antinatural del ser humano. Un depredador sin conciencia.
Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Cáñamas Hermanos
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