Todos conocernos las historias que se cuentan de antaño, sobre las aventuras en los mares, batallas y aventuras contra un cuerpo que posee vida propia, impredecible e invencible, pero sobrevivido por los más cautos, astutos o incluso por los más suertudos de tomar osadas decisiones en tiempos críticos…
Pero, ¿Cómo saber?, ¿Cómo entender cuando el mar oculta un peligro de dimensiones catastróficas?.
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Hoy en día poseemos sistemas de navegación, satélites de mapeo meteorológico y extensas redes de seguimiento del clima, y a pesar de todo ese valor agregado, sólo podemos sentarnos s observar cómo evolucionan las aguas, y actuar en consecuencia.
¿Y para los que estamos en tierra?
Bien demostrado está, que estar lejos de la costa no es garantía de protección frente a los embates del clima dado que anualmente las tormentas crecen en intensidad y tamaño haciendo que incluso cadenas montañosas sólo luzcan como un direccionador de vientos más que un freno aerodinámico gigante.
Han pasado ya tres años desde el inicio de la pandemia, hubo quienes se sirvieron de predecir que el mundo se salvaría gracias a ese virus mortal, nada más lejos de la realidad.
El mar tiene dos cartas: La carta de la vida y la docilidad, pero también la carta salvaje de la muerte y la realidad, la realidad de que estamos de paso en un mundo mucho más poderoso que nuestra especie, y que solo podemos adaptarnos a su cambiante forma y voluntad.
Queda de nosotros como especie, entender de primera mano los desafíos que enfrentamos anualmente, conocer que no somos invencibles, ni mucho menos invulnerables, pero podemos aprender a mitigar eficientemente los riesgos, con ciudades capaces de soportar fuertes rachas de tempestades contínuas, infraestructura no sólo amigable con el medio ambiente, sino que sirva de soporte vital para evitar su destrucción al paso de las catástrofes naturales.
Somos una especie avanzada que tiene la ventaja del poder transformar para su beneficio el entorno que lo rodea, ¿Y si usamos ese potencial para ser los guardianes de nuestro único hogar? ¿No sería más provechoso invertir recursos es mejorar la calidad de vida real del ser humano, en vez de individualizar las egoístas ambiciones personales? Somos sociedad, y como sociedad crecemos, es hora de aprender como sociedad, a asumir nuestro propósito relevante en nuestro paso por esta vida, que no será eterna, pero bien vale la pena dejar una huella que marque la diferencia con respecto a nuestros antepasados…
A sacar los paraguas, que el mar viene…
Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Science Photo Library
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