39 personas de diferentes nacionalidades, representativas de la desigualdad, el caudillismo y la miseria de los gobiernos de Latinoamérica, perdieron la vida en este siniestro comparable al holocausto Judío.
A finales de 1941 y bajo el nombre clave de Operación Reinhard (Aktion Reinhard), los nazis construyeron los campos de exterminio de Belzec, Sobibor y Treblinka en donde sus víctimas (los Judíos) fueron asesinados en las cámaras de gas con emisiones de motores diésel. Posteriormente estos campos fueron removidos, los cuerpos quemados y en su lugar efectuaron una arborización masiva con intención de borrar las huellas de sus crímenes.
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La historia denota que no hay precisamente un documento legal firmado por Adolf Hitler, en el que se pueda determinar su orden de ejecutar este magnicidio que el mundo hoy le endilga por otras razones circunstanciales y testimoniales.
Ahora en pleno siglo XXI y creyendo todos que estas conductas absolutistas las hemos superado, aparecen las crueles imágenes del siniestro ocurrido en México, en donde las autoridades en custodia de un recinto de migrantes dejaron morir al menos 39 personas, al abandonar las instalaciones inmediatamente después de generado el incendio.
Ante el hecho inmediatamente aparece el presidente de México, responsabilizando a los migrantes del incendio que ocurrió en la estación del Instituto Nacional de Migración (INM) ubicado en la frontera con Estados Unidos, y de hecho se muestran videos de unos jóvenes que al parecer habrían iniciado efectivamente una protesta, por las condiciones en las que se les mantenía en dicho lugar y una supuesta orden de deportación a sus países de origen que vendría del consulado.
Pues hasta aquí obviamente hay una responsabilidad de un grupo de migrantes protestando por sus Derechos Humanos (señores nadie viaja tantos kilómetros por gusto, van en busca de una mejor vida), de un hecho que ha podido solventarse de parte de los miembros de custodia del lugar sofocando las llamas y escuchando los reclamos de estas personas, que no eran animales eran seres humanos y no carne de cañón de un estado inhóspito que olvida que sus ciudadanos encabezan las listas de grandes migraciones del mundo sin que por eso se les haya exterminado en otros lares.
Se hace imperativo que las autoridades tanto nacionales como internacionales, esclarezcan los hechos pues la condición de migrante de una persona bajo ningún concepto puede hacerle blanco seguro del exterminio, la discriminación y el crimen. Migrar es un derecho consagrado en La Declaración Universal de Derechos Humanos que establece en el Artículo 13: » Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país». Dios bendiga el corazón de quien tiene en sus manos ayudar o despreciar a un migrante pues nadie sabe cuándo le toca dejar su corazón y alma en un territorio para sobrevivir en tierras lejanas.
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Por: Erika Baute
Instagram: @erikabauteak
Imagen: Fernando Llano AP
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