Cada día espero el transporte público en un paradero frente al Hospital de Kennedy, este mes algo ha llamado significativamente mi atención…la salud de nuestros viejitos.
Mientras tomo el transporte hacia la oficina debo esperar en un paradero frente a este conocido hospital del sur de la ciudad, y observo como desfilan por el recinto hospitalario, decenas de abuelos cuya salud, a todas luces está menguando. Eso obviamente es ley de vida, aunque no por eso deja de doler al verlos extinguirse lentamente bajo el yugo implacable del tiempo.
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La mayoría de estos abuelos o van solos, o peor aún acompañados de su pareja casi tan o mayor que ellos, y a mí, se me arruga el corazón porque sus movimientos son torpes y lentos no por falta de actitud, sino por el desgaste de sus huesos. Entonces el resto de nosotros, los que aún no llegamos, pero estamos de camino a envejecer, casi que los atropellamos con la particular prisa que acompaña a los trabajadores de este y muchos países del mundo, sin pensar que, con nuestra actitud, no hacemos más que humillar su dignidad.
Detrás del paradero y casi que dentro del hospital, hay una ciclo ruta por donde a diario cientos de ciclistas pasan a altas velocidades, arrogantemente obviando, que de ese hospital salen personas con lesiones de todo tipo que retrasan o entorpecen su andar y movimientos, de hecho algunos le alegan a los abuelos cuando estos salen con su montón de recetas médicas y exámenes, mientras con sus manos temblorosas hurgan entre sus bolsillos para sacar o la tarjeta de transporte, o la platica para coger un carrito porque el cuerpo no les da para el bus, y de alguna manera obstaculizan el paso de sus vehículos, lo cual es desconsiderado y definitivamente despiadado.
Es duro para un ser humano enfrentarse al envejecimiento, pero somos los del resto, quienes tenemos la deuda moral, responsabilidad humana y social de hacerles la vida más fácil siempre protegiendo sus emociones, ellos son almas cargadas de valores, historia y lucha por este país y sus familias, pensemos que más temprano que tarde estaremos en su lugar esperando por la amabilidad y fraternidad de quienes nos rodean, porque de alguna manera este esfuerzo que hacemos en juventud para garantizar el bienestar propio y de la familia nos pasará la factura del cansancio, la vejez y la enfermedad. Llegó la hora de mirarnos en los espejos que cada uno de estos ciudadanos representan para el futuro, en ellos se refleja lo que nos viene y de nosotros depende el mañana de una generación que le tocará cuidarnos y acompañarnos con amor, respeto y dignidad. Dios bendiga a los adultos mayores de Colombia y el mundo.
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Por: Erika Baute
Instagram: @erikabauteak
Imagen: Pixabay
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