Naces, te registran con un documento que certifica que ahora caminas entre los vivos, luego, deben registrarte en una instancia que pueda dar fe de quién eres, y luego debes, a su debido momento, buscar tu certificado de que eres un ciudadano de la República, otro papel que ante terceros certifica que estás entre los vivos con un nombre, una edad, un país de origen y un ente reconocido (el Estado) que te protege…
Luego viene lo divertido, hacer vida: Trabajas, papeles; vas al banco, más papeles; un crédito, otro papeleo; servicios del Estado, papeleo que hay que rellenar, sellar y certificar…
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Impuestos, salud, hasta la moneda son papeles que circulan entre manos que reconocen su validez para poder realizar transacciones…
Si el lector pudiera considerar que soy exagerado, es porque ha olvidado algo, y en un futuro podría ser importante.
Si está de acuerdo, podrá entender que hasta para enviar a su hijo al colegio debe rellenar formularios, permisos, certificados y seguir una hoja de ruta de procesos activos que impiden entender quizás para qué hace falta tanto de todo.
Hoy en día la digitalización ha ayudado muchísimo a la agilización de procesos burocráticos lo cual ahorra un tiempo precioso acelerando la economía global, pero no ha logrado eliminar de raíz el problema único que vengo a exponer: Para todo hay papeleo…
¡Por favor! ¡Pero si el Estado ya sabe hasta cuánto gano al mes!… «Señor, tiene que traer éstos recaudos para poder seguir con el proceso…»
Cuando los procesos son ineficientes, molestan…
Al final de la vida, cuando das tu último aliento, y pasas a mejor vida, quedan los que estuvieron a tu lado, para rellenar todas aquellas planillas, formas y papeles que no pudiste firmar porque estabas vivo…
Y sigue el papeleo…
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Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Acesscorp
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