La inclusión de la población afrodescendiente en los acuerdos de biodiversidad de la COP16 es una noticia alarmante, especialmente en un contexto en que el impacto ambiental afecta de forma desproporcionada a estas comunidades.
Históricamente, sus territorios han sido vulnerados por proyectos extractivistas y políticas que no siempre consideran su visión de mundo ni su conexión con el entorno natural. Este cambio, entonces, representa un esfuerzo por reparar un desequilibrio que ha persistido por generaciones.
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Pero para que esta inclusión tenga un efecto verdadero, debe ir más allá de la formalidad. Es fundamental que las comunidades afrodescendientes participen activamente en la toma de decisiones sobre sus territorios y reciban apoyo concreto para fortalecer sus métodos tradicionales de conservación. Sin este respaldo, la inclusión puede quedarse solo en un gesto simbólico, sin un impacto real en la vida cotidiana de las personas ni en la salud de los ecosistemas que protegen.
La diversidad de saberes y prácticas de estas comunidades es clave en la lucha contra el cambio climático. Las técnicas de conservación desarrolladas y practicadas por las poblaciones afrodescendientes no solo son sostenibles, sino que también reflejan un profundo respeto por la biodiversidad. Aprender de ellas podría ser fundamental para alcanzar los objetivos de biodiversidad propuestos. La inclusión, entonces, no es solo un acto de justicia, sino también una oportunidad para que el resto del mundo adopte enfoques que ya han demostrado su eficacia a lo largo del tiempo.
Sin embargo, para que la inclusión en la COP16 tenga un impacto duradero, es necesario que los acuerdos se implementen a nivel local. Esto implica que los gobiernos y las organizaciones internacionales garantizan que los recursos lleguen efectivamente a las comunidades afrodescendientes y respeten su autonomía. Este apoyo debe traducirse en financiamiento para proyectos locales y en un marco legal que proteja sus derechos y saberes frente a posibles amenazas.
La inclusión de las poblaciones afrodescendientes en acuerdos internacionales como los de la COP16 debe ser vista como el inicio de una era en la que la justicia ambiental sea verdaderamente equitativa. Esto significa asegurar que las voces de quienes han sido guardianes de la biodiversidad por generaciones tengan el mismo peso que las de los actores gubernamentales e industriales.
En conclusión, la inclusión de afro en los acuerdos de biodiversidad es un avance hacia la justicia ambiental, pero solo será efectiva si se traduce en apoyo tangible y en respeto hacia sus modos de vida. La COP16 abre la puerta, pero el reto está en que la comunidad internacional y los países involucrados trabajan para construir un futuro en el que el respeto por la diversidad biológica y cultural sea una prioridad innegociable.
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Por: Daniel Felipe Carrillo
Instagram: @felipecarrilloh1
Imagen: El Espectador
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