El pasado 12 de abril, Bogotá puso fin al racionamiento de agua más prolongado y severo de su historia reciente. Durante un año, la ciudad vivió bajo restricciones debido a una sequía sin precedentes que llevó al sistema Chingaza a niveles críticos. La recuperación parcial de los embalses, el aumento de lluvias y la expansión de la planta Tibitoc permitieron levantar la medida, según anunció el alcalde Carlos Fernando Galán.
Sin embargo, esta primera semana sin racionamiento no ha sido un retorno pleno a la normalidad. Persisten cortes programados para mantenimiento en barrios de Suba, Chapinero, Engativá y Kennedy, lo que evidencia que la infraestructura hídrica aún requiere atención.
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El consumo de agua ha aumentado a 18 m³/s, después de mantenerse en 16,24 m³/s durante el racionamiento . Este incremento plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del suministro y la necesidad de mantener una cultura de ahorro.
La experiencia vivida debería ser un llamado a la acción para implementar políticas de largo plazo que fortalezcan la resiliencia hídrica de la ciudad. Es esencial invertir en infraestructura, promover tecnologías de ahorro y fomentar una conciencia ciudadana sobre el uso responsable del agua.
En conclusión, aunque el fin del racionamiento es una señal positiva, no debe interpretarse como una solución definitiva.La ciudad enfrenta el desafío de consolidar una gestión sostenible del recurso hídrico para evitar futuras crisis.
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Por: Daniel Felipe Carrillo
Instagram: @felipecarrilloh1
Imagen: Archivo de Zona Captiva
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