Desde que llegó el Covid–19 a Colombia la vida de todos cambió, nos prohibieron salir, no podíamos visitar a nuestros familiares y amigos, la desconfianza hacia el otro era enorme por el miedo a un posible contagio, y cada uno de nosotros vivió un giro de 180 grados en la vida que llevábamos, pero los estudiantes y los profesores fueron los que tuvieron uno de los peores escenarios.
Los estudiantes, desde los más pequeños hasta los más adultos, migraron a la virtualidad para seguir con su proceso de aprendizaje, pero la cura terminó peor que la enfermedad, pues en un país como Colombia en el cual 23.8 millones de personas no tienen acceso a internet, y que aquellos que lo tienen poseen un bando de ancha de 3.4 megas, la situación de aprender vía online es difícil. Pero los estudiantes no fueron los únicos afectados, los docentes también sufrieron las consecuencias de estudiar en línea, pues muchos nunca habían utilizado plataformas digitales en sus vidas, y los que ya tenían acceso a alguna, las usaban poco o nada.
Para los docentes ha sido muy difícil todo este proceso, lo he visto por cuenta propia al tener un hermano docente que ha debido reinventarse hasta más no poder, y para los estudiantes ni se diga, ellos deben estar más tiempo en frente de una pantalla con miles de distracciones al tiempo y con papás que deben trabajar más horas de lo normal y que les impide poner la suficiente atención a sus hijos.
Los docentes y los estudiantes llevan tres meses en esta situación agotadora, y ahora, les espera seis meses más de lo mismo, pues ya se anunció, al menos en los colegios privados, que no se retomarán las clases presenciales por lo que resta del 2020. Para muchos, la decisión de que sus hijos sigan en casa es lo mejor, y no digo que no sea así, pues en este país en el cual los protocolos de bioseguridad se rompen por comprar un televisor y eso que lo hacen “adultos responsables”, no me imagino cómo le podrán exigir a los niños pequeños que se mantengan puesto los tapabocas; sin embargo, hay que pensar más allá de la salud, también es necesario pensar en el bienestar de aquellos que hacen parte de las clases en línea.
No es solo que los estudiantes hagan las actividades de las clases, ellos deben estar acompañados de sus padres para reforzar sus conocimientos, y tampoco los padres deben culpar a los docentes por solo enviar actividades y lecturas, es importante ponerse en los zapatos de aquellos que dedican su vida a enseñar y que ahora están tratando de hacer los contenidos que eran “aburridos” en clases presenciales, atractivos para las clases en línea.
El Covid–19 nos cambió la vida inesperadamente y a todos nos ha costado acostumbrarnos, por eso, mi intención con esto es pedirle a los padres y estudiantes que juzgan a los docentes por las clases virtuales que por favor les tengan paciencia, ellos hacen lo mejor que pueden con internet de baja calidad, en la mayoría de casos, y con la poca y nula capacitación que adquirieron para enseñar de esta manera, y también le pido a los docentes y a los padres que no juzguen a los niños si en estas clases en línea no les va bien, o si al final de los 6 meses que quedan del año escolar los resultados no son positivos o tan altos como en años anteriores, pues imagínense tener que aprender alguna materia difícil mientras se tienen miles de distracciones como videojuegos, televisión, y música, alrededor.
Colombia no está lista para el aprendizaje virtual, es una realidad que no se puede tapar con un dedo, pero al menos, hasta la fecha se ha hecho lo que se puede, así que lo único que queda por hacer es tener paciencia en este tiempo que viene, y pedirle al Gobierno que aproveché este momento para por fin desarrollar plataformas optimas que realmente garanticen a las instituciones calidad para enseñar a distancia a todos los estudiantes, no solo a los pocos privilegiados que tienen un computador o una buena conexión a internet en casa, pues lo que nos mostró esta nueva realidad, es que el aprendizaje en el país sigue siendo exclusivo y excluyente.
Por: Paula Andrea Porto Tavera
Instagram: @paulaportocine
Imagen: Freepik
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