El pasado 13 de agosto se conmemoró un año más del asesinato de Jaime Garzón, una muerte que silenció la voz más resonante de la crítica política en la historia de Colombia.
Garzón hoy en día, es el principal referente de la sátira política en el país, una vertiente de los géneros de opinión periodísticos que se ha explorado con muy poco éxito, en parte se debe por la leyenda que se construyó a su después de su muerte.
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Hoy en día cuando echamos atrás la mirada para consultar algunos de los registros en audio y video que dejó Jaime Garzón, quedamos sorprendidos por la elocuencia con que analizaba el quehacer político pero por encima de aquello el atributo más sobresaliente de Garzón era la interpretación que realizaba sobre esos mismos hechos y los convertía en un humor con visos premonitorios.
Su particular sentido del humor combinaba el más afilado de los sarcasmos con un gran olfato periodístico que configuraban los desternillantes sketches que realizaba para los diferentes espacios en medios de comunicación dónde hacía participe.
Pero la figura de Jaime Garzón ha logrado estar en la memoria colectiva de los colombianos, no solo por su genial manera de comunicar la política,. Además, su humor venía enmarcado en un discurso claro dirigido para persuadir su audiencia para que tomara acción.
En medio de la risa que incitaba, sus chistes invitaban a formar parte de la solución al problema que nos señalaba en sus programas, cualidad que podría haber sido vista como peligrosa por parte de los responsables del atentado que terminó con su vida.
Su asesinato causó una gran indignación en el país, un sentimiento estéril al cual estamos acostumbrados por contexto los colombianos y en el que derivan todas nuestras frustraciones cuando no son orientadas a la violencia. Además, como suele suceder normalmente en Colombia, la investigación ha dado con algunos de los autores materiales y ha conseguido acusar a mandos medios pero no los entes investigadores no han logrado condenas definitivas, reina el silencio de la impunidad y la desidia. Con su desaparición,
Garzón también dejó un gran vacío en la sátira política colombiana, haciendo casi irreconciliable una relación entre los géneros periodísticos que se ven limitados en la solemnidad del proceder del ejercicio de investigación, y relegando al humor a los chistes fáciles genéricos que han dominado los espacios en medios de comunicación durante los últimos cincuenta años.
La esperanza ahora radica en el internet y en la proliferación de los ejercicios transmediales. Casos como lo es Un podcast más, Presunto Podcast, Escucha y la verdad, La Pulla, Las Igualadas, La Píldora, entre otras, demuestran que en los escenarios digitales existe un resquicio para las voces disidentes de los grandes medios de comunicación y que encuentran en una particular forma de comunicar, mucho más cercana y sincera. Una manera de conectar con una audiencia que desea responderle a la que la violencia y la impunidad en un país donde reina el silencio de las versiones oficiales de la historia.
Por: Juan Ramírez
Instagram: @sebasragut
Imagen: Archivo Particular
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