Sobre las lecciones que los hombres pueden aprender del feminismo es aquella sobre su rol en el hogar una de las primeras que todo hombre moderno debería revisar. Lo primero que hemos de tener claro es que el hogar, tradicionalmente hablando, está configurado como un conjunto de relaciones de poder.
Quienes hayan crecido con padres chapados a la antigua se habrán dado cuenta de ese viejo modelo del padre proveedor y la madre ama de casa. Por el hecho que sean los hombres quienes normalmente asumen la carga económica y las mujeres la carga doméstica, es claro que existe una suerte de estructura en la organización de los hogares que está definida por el género.
Para nadie es un secreto que el género femenino está asociado con las tareas del cuidado, ya sea la cocina, la limpieza y la atención de los enfermos. Así, las mujeres han sido las responsables de la construcción del hogar, una suerte de esfera privada, aunque eso no significa que sean quienes manden dentro de ella. Cuando el hombre suspende su presencia en la esfera pública (su trabajo) y regresa a casa, él asume el mando del hogar.
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Este es un esbozo breve de cómo funcionaban los hogares, pero con la venida del feminismo, cada vez son menos las mujeres llamadas a responsabilizarse de construirlos en soledad y, en consecuencia, son más necesarios los hombres en este escenario. Somos necesarios porque desde los hogares se crían las nuevas generaciones y en tanto más intervengamos en la mutua construcción de estos espacios de los que hacemos parte, mejores relaciones interpersonales y roles a seguir tendrán nuestros sucesores; pero esta es solo una de las razones para reconsiderar el rol del hombre en el hogar.
La crianza del género masculino ha sido tradicionalmente una que nos construye como sujetos independientes en la esfera pública, pero de total dependencia en la privada. “Cásate con una mujer que sepa cocinar”, les decían a nuestros mayores, sin pensar en enseñarles a nuestros antecesores a valerse por sí mismos sin tener que disponer de los servicios de una pareja, que solo llegaba a reemplazar las funciones de nuestras madres, salvo las sexuales y reproductivas.
Es que este es el punto clave del problema del hombre en el hogar. En la medida que las mujeres tengan funciones “naturales” dentro de los hogares, los hombres tendrán una excusa para no valerse por sí mismos y buscar que alguien más satisfaga sus necesidades.
Entonces, ¿el llamado es a que los hombres ayuden en el hogar? No. Como los hogares funcionan gracias a la intervención de todos sus miembros, no se trata de ofrecer ayuda, sino de asumir responsabilidades. No se trata de lavar platos cada tanto, o sacar la ropa de la secadora cuando tu pareja no se encuentre en casa; sino de la declaración de independencia de la masculinidad necesitada. Dependiendo de las condiciones de un hogar, al hombre debería serle posible el encargarse de todas las tareas domésticas en caso de que su pareja se encuentre en incapacidad de realizarlas. No pretendo llamar a un hombre que hace esto como independiente, sino más bien adulto; pero vamos de a pasitos.
Por: Jorge Iván Parada Hernández
Instagram: @jiph182
Imagen: Cocina Delirante
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