“Caminar la palabra” es el lema con el que más de 10 mil indígenas se movilizaron desde diferentes municipios del sur del país hasta Bogotá para poder ser escuchados por el presidente.
El 19 de noviembre la Minga Indígena decidió hacer una movilización hacia la Plaza de Bolívar con el fin de ser atendidos. Yo, como ciudadano que defiende fielmente las expresiones sociales estuve convencido en madrugar para acompañar dicha movilización. He estado en varias manifestaciones de diferente tipo, pero nunca en un evento organizado por la comunidad indígena.
Mientras caminaba hacia el Palacio de los Deportes, lugar donde iniciaría la jornada de protesta, los tambores y flautas fueron guiando mi camino. Al llegar, las imponentes chivas reposaban en la entrada del parque. Eran como gárgolas con emblemas de águilas, todas adornadas con banderas rojiverdes. Ya las personas iban tomando la calle, algunos guardias indígenas mientras mambeaban coordinaban las rutas y el orden de los cabildos.
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-¿A qué hora comienza la movilización? – pregunte a un señor de mediana estatura, su piel era morena y marcada por la tierra. Sus manos sostenían un bastón encintado de verde y rojo, y su boca trituraba calmadamente algunas hojas de coca.
- Salimos a las 9, pero usted sabe cómo somos los colombianos. Ya a las 9 esperamos arrancar – dijo mientras miraba mi cámara y mi carné. – ¿usted viene con nosotros?- agregó.
-No señor, soy estudiante, pero quiero acompañar su movilización-.
-Perfecto, bienvenido-.
Esto de inmediato me demostró el nivel de organización que tenían en la Minga. No querían dar la oportunidad de que algún evento o malentendido desprestigiase su labor. Comenzando la marcha fue inevitable darme cuenta de la cantidad de niños y niñas que con orgullo portaban sus insignias.
-¿Por qué estás acá?- pregunte a un niño que se acomodaba su pañoleta que servía de cubre bocas.
Con su mirada indecisa mirando la cámara y su voz muy suave por el efecto de la timidez, respondió – estamos para defender el territorio-.
Y es que con esa consigna de “La vida, la paz, el territorio y la democracia” miles de niños, niñas, ancianas, hombres y mujeres se reunieron en Bogotá para recordarle al Gobierno sobre su existencia, sus necesidades y su autonomía. “Guardia, guardia. Fuerza, fuerza” era el grito que salía de sus gargantas. Fue el grito que agrupo a miles de citadinos en torno a la Minga Indígena.
Mientras la movilización se acercaba a la Universidad Nacional por la carrera 30 se escuchó una explosión. Todas las personas conmocionadas giramos nuestra cabeza para encontrar el epicentro del sonido, nada extraño apareció. Y es que, esta movilización fue completamente pacífica gracias a la labor de la guardia indígena, pues ellos generan más respeto en la ciudadanía que la misma policía. Lo digo porque el respeto se podía sentir en el aire. Los y las guardias indígenas, imponentes con sus boinas y cintas rojiverdes representan la fuerza de un pueblo que ha resistido innumerables luchas. Guerreros milenarios que buscan ser escuchados.
Por: Miguel Cruz
Instagram: @migueelduartee14
Imagen: @migueel.pht
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