La historia siempre es la misma: desaparece Sharick Márquez durante algunos días, su familia y amigos se movilizan por redes sociales para encontrar cualquier indicio de su paradero, mientras que las autoridades las buscan.
Pero aquí es donde sucede algo extraño en la opinión del colombiano promedio. Si la chica aparece muerta, con señales de tortura o violación, se lamentan. “¿Cómo es que las mujeres se exponen así, saliendo solas, con lo violento y peligroso que es allá afuera?”, dirán, culpándolas sutilmente de su destino.
Le puede interesar: Feminicidios pasivos detrás de una pantalla
Pero cuando aparecen vivas…
El sentimiento generalizado es, irónicamente, culparlas de nuevo. Cuando el público no está diciendo que “debe estar escapada con el novio” o “se fue de fiesta” dicen algunos en las secciones de comentarios en Facebook o Twitter, les reniegan que hayan tantas publicaciones, noticias, videos, retuits, etc., que manifiesten preocupación sobre su paradero.
Es como si las personas le cobraran a las afortunadas que vuelven a casa que tuvieran que leer sus nombres en todas las redes sociales y medios de comunicación. “¿Cómo se atreven a desperdiciar mis likes y retuits?”, estarán diciendo con la noticia que Sharick Márquez volvió viva a su casa. “¿Cómo se atreve a seguir viva?”.
Lo que sucedió con la menor de 15 años, según cuenta la Revista Semana, se debe a que ella escapó de casa con destino a Silvania (Cundinamarca) por un supuesto caso de maltrato intrafamiliar. En ese municipio la acoge su abuela mientras las autoridades esclarecen los hechos de su desaparición y la llegada a su paradero. Aunque hay temas severos dentro de la historia de Sharick, no compete a los intereses de esta columna.
Lo que sí compete a este texto es el hecho que a la opinión pública le gusta castigar más a mujeres víctimas que a sus victimarios. Siempre se le cuestionan a las Rosa Elviras por qué estaba donde estaba y con quien estaba, por qué no estaban vestidas más modestamente, por qué estaban tomadas o por qué se encontraban solas.
El episodio de Sharick sucedió en la semana que se conmemoraba el Día de la No Violencia contra la Mujer, más específicamente el 25 de noviembre o 25N . Desde 1981 se recuerda a las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, quienes se opusieron al régimen del dictador Rafael Leónidas Trujillo. A raíz de este trágico acontecimiento, el movimiento feminista latinoamericano ha tomado la fecha para reflexionar alrededor de todo tipo de violencia que se ejerce contra las mujeres.
Pareciera que a estas altura hay que aclarar qué significa dicha reflexión. Según la Asamblea General de las Naciones Unidas, responsable de la conmemoración del 25N a escala mundial, la violencia contra la mujer es “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada.”
Lo que le pasa a Sharick o a muchas otras como ella que tienen la fortuna de volver a casa es que tienen que enfrentar el cuestionamiento por parte de la opinión pública. El lector debería preguntarse si estas preguntas surgen cuando leen que un hombre desaparecido vuelve a su hogar, sano y salvo.
La mirada paternalista que tiene la sociedad sobre las mujeres desemboca en esos cuestionamientos y en la perpetua posición de indefensión en la que las colocamos. Ojalá celebremos cuando las futuras Sharicks aparezcan con vida y no les ataquemos en función de este paternalismo social. Cuando demos este pequeño paso, tal vez estamos comprometidos con eliminar la violencia contra la mujer.
Por: Jorge Iván Parada Hernández
Instagram: @jiparadah
Imagen: Semana
*Las opiniones expresadas no representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.