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La pelea entre dos nombres destacados del periodismo tiene preocupados a las escuelas de comunicación del país, entretenidas a las audiencias y a los colombianos en general discutiendo sobre un tema secundario que nos desvía a una conversación no menos importante: Qué está pasando en el periodismo.

Vicky Dávila tiene una carrera periodística cuyo inicio data del año 1991, toda una vida dedicada al ejercicio de informar. Por su parte, Hassan Nassar, que en principio no tiene una formación netamente periodística, lleva poco más de 15 años trabajando con medios de comunicación y en espacios informativos radiales y televisivos. Ambos tienen muchas cosas en común: un inicio en medios regionales, trabajos como directores de espacios noticiosos y los dos son reconocidos por sus controversiales opiniones y maneras de ejercer la profesión.

Todo ello ha confluido el pasado 11 de febrero. Cada uno desde sus equinas respectivas, una vez compañeros de trabajo pero para esta penosa ocasión eran contrincantes en una discusión tan inverosímil como estéril. Nassar encendió lo que parecían unas declaraciones comunes al contrapreguntar los cuestionamientos de Vicky Dávila sobre el uso legítimo de los recursos públicos, específicamente el avión de presidencia. “¿Usted alguna vez ha viajado en el avión presidencial?” increpó Nassar, a lo que Dávila respondió afirmativamente, pero la entrevista enfiló rumbo al desastre cuando el ahora consejero de comunicaciones de la Casa de Nariño resolvió traer al esposo de la comunicadora a la conversación. Lo que vino después fue la manifestación del nivel paupérrimo y beligerante de la discusión política en Colombia. Una pelea verbal que terminó con los agravios de la vallecaucana hacia el polémico Consejero convertidos en memes de las redes sociales, confirmación innecesaria de una verdad que se viene comentando a baja voz desde hace años, el periodismo (y de paso sus profesionales) hemos sucumbido a la viralidad.

Todos los colombianos a través de Facebook, Instagram y Twitter, compartieron sus impresiones sobre lo acontecido. Que si Dávila se equivocó al dejarse provocar, que si esa es la manera de comportarse de un profesional, que si todo fue pactado para elevar la promoción del canal digital de la Revista Semana. Todos son incertidumbres y muy pocas respuestas. De hecho, la principal excusa para la destacada pelea no fue resuelta en esta ni en ninguna otra aparición mediática del gobierno, todo quedó en la nada, como siempre que algo pasa, nada pasa. Y es que esa parece ahora la labor del periodismo, informar rápido y a la carrera sobre la convulsionada realidad de un país que tiene sus prioridades fuera de lugar.

Juan Álvarez en su libro Insulto, breve historia de la ofensa en Colombia, nos habla del insulto y la indignación cómo una manera efectiva del ejercicio del poder en el panorama político nacional. Con los tiempos que corren, donde la corrección política corresponde cada vez menos a los políticos que deberían ejercerla y cada vez más a los medios que deberían escrutarla, en este cambio de paradigmas, el periodismo se vuelve año tras año a las barricadas partidistas donde se dirigen a proteger o defender con los improperios necesarios sus propias opiniones ideológicas, esas tan aborrecidas en las academias de periodismo.

Los congresistas, alcaldes, gobernadores y presidentes de todos los rincones se aprovechan cada día más del buenismo imperante en los discursos hegemónicos progresistas de los tiempos que vivimos. Greta Thunberg, el ambientalismo, los derechos a la libertad sexual y de expresión, el animalismo, se convierten con los días en preceptos incuestionables, no cabe una discusión y quién los cuestione se constituye a sí mismo en el enemigo número uno, lo que empobrece el debate público o que directamente lo elimina. Esto lo han sabido utilizar los políticos a su favor, pero desde la esquina opuesta. En un mundo donde algunas opiniones se ven limitadas o descartadas de plano, el discurso político gamberro, incorrecto y hasta ofensivo se convierte en agua en el desierto para quienes no se ven identificados con lo que ven en la televisión o escuchan en la radio. Ahí ha despuntado el ingenio politiquero y en ese cambio de roles el periodismo ha resultado perdedor.

Es por ello que el periodismo de la actualidad solicita de manera urgente a las voces disidentes, a las que me confirmen en los diferentes sesgos ideológicos de sus audiencias. Con la cantidad de opciones que nos ofrece la era de la información es sencillo encontrar a informadores no profesionales atrayendo para sí a las masas de gente que huye despavorida de la estandarización del buen pensar. Ante su crisis de legitimidad los grandes medios de comunicación optan cada vez más por esa viralidad, por los periodistas Influencers. No es nada raro ver en las tendencias de las principales redes sociales a algunas de las caras visibles de los medios de comunicación que buscan desaforadamente los índices de aprobación y audiencia que justifique la inversión de los patrocinadores. Para ello hemos llegado hasta aquí, dándole a la gente el show que quiere a costa de su propia respetabilidad.

Y digo hemos porque desde el ejercicio periodístico como un oficio se debe propender por encontrar las maneras que lo hagan rentable, o al menos una opción viable para vivir, sobrevivir. Y es en ese afán de supervivencia que alcanzamos y rebasamos los límites de lo que antes era lo correcto en el periodismo. Por eso necesitamos a personajes como Hassan Nassar, Vicky Dávila o Néstor Morales dentro de la profesión, figuras que despierten las pasiones de la gente, la gente que nos ve y que paga (al menos indirectamente) los sueldos de quienes trabajan en los medios de comunicación.

Hoy más allá de evaluar si estuvo bien el proceder de los periodistas en esa discusión, que más parecía una pelea de vecinos intolerantes, hay que revisar el camino que nos ha llevado hasta allí, tan lejos de la calidad y credibilidad de la que gozaban los medios. ¿Qué tanto hemos empobrecido el debate las audiencias al exigir entretenimiento? Porque los motivos de los informativos y diarios nacionales están claros, las visitas pero nosotros como consumidores ¿Estamos pidiendo lo que necesitamos?

Por: Juan Ramírez
Instagram: @sebasragut
Imagen: Las2Orillas
*Las opiniones expresadas no representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.

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