«Alquilar el vientre es una práctica deplorable» dijo el Papa Francisco hace pocos días y su declaración ha generado revuelo en todo el mundo, pues no solo pidió que esto fuera prohibido sino mencionó que solo es una cuestión «comercial» que no debe existir.
Sin embargo, aquí va la duda: de verdad es un pecado traer al mundo a un bebé que quiere llegar a él. Según la palabra de Dios, nada de lo que sucede en el mundo es por casualidad, todo está bajo su poder y es él quien tiene la última decisión, así que, desde esta perspectiva, si un bebé llega a este plano de esta manera, es porque su destino, previamente elegido por el Señor, es ese, así que no podríamos ir en contra de sus designios, al final eso sí es pecado.
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De igual forma ¿Realmente es un negocio alquilar vientres y por eso es el problema? Resulta que como todo en la vida, siempre hay extremos y una parte malvada, usando los mismos términos del sumo pontífice, que se aprovecha de las mujeres y las obliga a este tipo de cosas; casos se han visto de trata de personas y la explotación sexual, y sí, a esos que se aprovechan sí deberían castigarlos y por qué no, condenarlos a lo más bajo que se pueda, por causar tanto daño.
No obstante, están las mujeres que realizan está práctica desde el amor y la caridad de permitir que personas que anhelan tener un hijo, y no les es posible de manera natural (posiblemente por designios divinos también), se conviertan en padres y disfruten de la oportunidad de formar a un ser desde el amor, la comprensión y el cariño por el prójimo, tal y como nos enseñó Jesús.
De igual forma, más allá del bien o el mal que socialmente se nos ha enseñado, más allá de la necesidad constante de opinar sobre las decisiones que las mujeres toman sobre su propio cuerpo, hay que hablar de la regulación de este tipo de acciones; es necesario poner sobre la mesa el tema de la concepción en vientres alquilados como una manera de formar familias y de construir las sociedades del futuro, siempre teniendo en cuenta que las condiciones de la gestante y de la familia que reciba al bebé, sean buenas y garanticen una excelente calidad de vida para las partes.
Es importante que seamos conscientes que la vida llega a este plano de muchas formas y que, ahí como dice el Padre Nuestro «hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo», las familias que alquilan vientres para la concepción de un hijo, e incluso, la misma concepción del mismo, es una voluntad divina, de lo contrario no sucedería, por ende, debemos respetarla y en vez de tacharla, buscar la forma de garantizar mejores derechos y apoyos para este tipo de prácticas que cada día se vuelven más comunes en un mundo globalizado.
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Por: Paula Andrea Porto Tavera
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Imagen: Freepik
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