Finaliza el mes de marzo del 2023, y estos años hemos sido testigos de tanta tensión política, económica y social que nos hemos pasado por alto, nos hemos olvidado de mirar con cautela, el esquema socio-político que nos rodea actualmente tanto a nivel interno, como a nivel regional, y la verdad es, que la sociedad colombiana está enfrentando una amenaza de un nivel no antes visto.
No es una amenaza física lo que en realidad se está materializando, estamos hablando de una amenaza que, si bien lleva décadas gestándose, hoy en día encontró una manera sutil y audaz de penetrar en la sociedad y contagiarla de un virus que no se quita con las tácticas tradicionales de depuración, inmunidad y defensa, sino que exige, una total revolución en la manera en la que se debe cultivar, cuidar y desarrollar una sociedad moderna.
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Se ha demostrado con hechos que los cuentos, más que las cuentas, pueden devorar magníficamente y sin problemas las creencias y deseos de una población, sin importar su religión, su raza, capacidad económica, estrato social, etc.; si el cuento es convincente, se disemina entre la gente de una manera efectiva, seria, convincente, e innovadora, podrá calar en la población en general, doblando cualquier discurso que pueda un tradicionalista generar.
Tristemente podemos asegurar que este nuevo “virus” cala profundamente entre la población, cala por internet, cala por las universidades, cala en los colegios, cala en las industrias, en los sindicatos, y cala en los jóvenes que no conocen la vida, pero buscan cualquier excusa para “levantarse” contra un sistema que los “oprime y los explota”.
La verdad de todo esto, es que los movimientos progresistas nos han hecho creer que son lo nuevo, lo innovador, aquello que guía a la prosperidad y al verdadero desarrollo de las naciones, que ojo con esto, si nos ponemos a observar con detenimiento, en su discurso no mencionan las palabras “nación”, “desarrollo”, “equidad”, “honor”, al contrario, individualizan al colectivo, radicalizan estruendosamente su pensamiento haciéndoles creer que sólo su pensamiento es el correcto, y si les contrarían, se escudan alegando de un ataque contra su “libertad de expresión”.
Hablan de la lucha contra el “capitalismo opresor”, pero actualmente podemos descubrir, si aprendemos a investigar en internet, que los grandes capitales del mundo son los principales financiadores de movimientos como el movimiento vegano, los movimientos antiimperialistas, los movimientos progresistas, los movimientos feministas, los movimientos LGBTI+, y tantos otros que hacen uso de discursos progresistas, izquierdosos que unifican su voz en un solo tono: El mundo los oprime, y ellos luchan contra el mundo para hacer un mundo mejor, una economía mejor donde el Estado debe proveer todo, una sociedad reinvindicatoria que debe poner a las mujeres por encima de todos, etc., etc., etc…
Estos discursos no han hecho más, que obligar a los Estados a entrometerse en todos los asuntos de la vida diaria del ciudadano común, si no están de acuerdo, revisen cuál es el trasfondo de las peticiones de todos estos movimientos, leyes sobre el aborto a su conveniencia, leyes de la discriminación a su conveniencia, ministerios dedicados a defender a las mujeres en todo lo que a ellas les haga sentir “oprimidas”, reconocimiento e integración desmedida de personas con identidad dudosa sobre su sexualidad, en entornos donde claramente no pertenecen (por ejemplo, el caso de las mujeres trans que han invadido las competiciones femeninas y han destrozado todos los récords establecidos por mujeres naturales, lo cual ha despertado una histeria colectiva pidiendo expulsar a los trans de sus competencias.).
En fin, la verdad de todo esto, es que la verdad no la tiene nadie en sus manos, pero eso no da derecho, ni mucho menos el deber de atropellar a medio mundo nada más para imponer tu verdad frente a terceros, aplastar su confianza, su autoestima, e imponer a la fuerza su ideología.
Nos descuidamos en problemas como la economía, los indicadores macroeconómicos, la pandemia, los problemas políticos, los escándalos internacionales, las novedades tecnológicas, y no lo vimos venir, tenemos un gran problema entre manos, y la solución, aún no aparece, somos parte de una generación que tendrá muchos desafíos por delante, y Dios quiera que encontremos pronto una solución a todo esto, nuestros hijos y nuestros nietos merecen un mundo justo, no uno de igualdad, sino de justicia; no uno de igualdad, sino de equidad, uno donde la ley sea para todos, y todos ante la ley seamos iguales, sin beneficios ni indiferencias, donde todos podamos convivir, pero sin problemas, pero vaya que pasan los siglos y no terminamos de encontrar una solución lógica.
Se los dejo para reflexionar…
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Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Peakpx
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