Bogotá respira con alivio temporal, ya que las recientes lluvias han elevado significativamente el nivel del sistema Chingaza, responsable de abastecer de agua potable a gran parte de la capital y a varios municipios vecinos. Este incremento es una buena noticia tras meses de sequía y preocupación en la región. Sin embargo, surge una pregunta fundamental: ¿cuánto podemos depender de las lluvias y qué tan preparada está la infraestructura hídrica de la ciudad para enfrentar crisis prolongadas de agua?
El sistema Chingaza, ubicado en los páramos que rodean Bogotá, es una de las infraestructuras hídricas más importantes de la región. Con más de 14 embalses que capturan y canalizan el agua de estos ecosistemas frágiles y únicos, Chingaza es indispensable para el consumo de más de 10 millones de personas en Bogotá y sus alrededores. No obstante, estos embalses dependen de las lluvias y de la capacidad de retención de los páramos. Como indica la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), aunque los niveles han subido recientemente, no podemos ignorar que el cambio climático podría hacer estos períodos lluviosos menos predecibles y, en el peor de los casos, más extremos o menos frecuentes.
Le puede interesar: El regreso de un gigante
Es común que, tras episodios de sequía o fuertes lluvias, se reactiven proyectos de infraestructura para ampliar la capacidad de embalses y mejorar la eficiencia del sistema de distribución. Pero el desafío va más allá de las obras puntuales. Colombia, y en particular Bogotá, necesita planes de gestión de agua a largo plazo que consideren tanto la conservación de los ecosistemas de páramo como la implementación de tecnologías de captación y reciclaje de agua en la ciudad. Esto incluye el aprovechamiento de aguas lluvias para reducir el consumo de agua potable en actividades que no la requieren, como el riego de parques o el lavado de vías públicas.
El alivio que trae la subida en los niveles de Chingaza debe verse como un impulso para priorizar políticas que no solo aborden los síntomas de la crisis del agua, sino que ataquen sus causas estructurales. Esto implica educación ambiental en todos los niveles, inversión en tecnologías de recolección y distribución, y la creación de regulaciones que preserven los ecosistemas hídricos, incluso en tiempos de abundancia.
El sistema Chingaza es un recordatorio de que, aunque la naturaleza ofrece soluciones a corto plazo, el desafío del agua en Bogotá y Colombia requiere soluciones de largo alcance que aseguren su sostenibilidad para las generaciones futuras.
Lee también: La inclusión afro en la COP16: hacia un nuevo paradigma de justicia ambiental
Por: Daniel Felipe Carrillo
Instagram: @felipecarrilloh1
Imagen: El Nuevo Siglo
*Las opiniones expresadas no representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.
Únete a Google News, Facebook, Twitter, Instagram, Tiktok, Threads, LinkedIn, YouTube, Canal de WhatsApp y sé Miembro en Zona Captiva.