El agua es un recurso esencial, y la seguridad hídrica de una ciudad como Bogotá depende en gran medida de la estabilidad de sistemas como Chingaza. Las recientes fluctuaciones en el nivel de agua de este sistema son un recordatorio contundente de lo vulnerable que es nuestro acceso al agua potable.
La noticia de que, tras haber aumentado el nivel de agua en Chingaza, este nuevamente ha disminuido, no solo es preocupante, sino que también debe hacernos reflexionar sobre nuestra relación con los recursos naturales. En un mundo donde el cambio climático y el crecimiento urbano están ejerciendo una presión sin precedentes sobre los recursos hídricos, es imperativo que reconsideremos cómo gestionamos y utilizamos el agua.
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En tiempos recientes, hemos visto cómo las sequías se han vuelto más frecuentes y severas en varias partes del mundo. En Bogotá, la dependencia del sistema Chingaza es tan alta que cualquier variación en su capacidad puede tener consecuencias inmediatas para millones de personas. No podemos dar por sentado que el agua siempre estará disponible cuando abramos el grifo.
Es fácil olvidar que el agua que utilizamos para beber, bañarnos, y para nuestras actividades cotidianas proviene de fuentes naturales que no son infinitas. Cada gota que desperdiciamos, cada decisión que tomamos sin considerar su impacto ambiental, nos acerca un poco más a un futuro incierto en términos de abastecimiento.
El acueducto de Bogotá ha sugerido medidas para enfrentar esta situación, pero más allá de las acciones institucionales, hay un llamado a la responsabilidad individual. ¿Qué podemos hacer desde nuestras casas, desde nuestras rutinas diarias, para contribuir a un uso más consciente del agua? La respuesta es simple pero poderosa: reducir el desperdicio, usar solo lo necesario, y estar atentos a las señales de que algo no está bien.
Este momento de incertidumbre debe servirnos como una llamada de atención. Debemos estar más conectados con la realidad de nuestro entorno, entendiendo que cada acto de consumo tiene un impacto directo en el ecosistema. Las fluctuaciones en Chingaza son un síntoma de un problema mayor que no podemos ignorar.
Más allá de las políticas y las infraestructuras, el cambio real comienza en la mentalidad de cada uno de nosotros. Debemos aprender a valorar el agua no solo como un recurso que se paga, sino como un tesoro que debemos proteger. No es solo el acueducto quien tiene la responsabilidad de garantizar el agua; somos todos, como comunidad, quienes debemos asumir este reto.
Las variaciones en el nivel de Chingaza son un claro recordatorio de la importancia de la gestión sostenible de los recursos hídricos. No podemos seguir esperando a que las soluciones vengan de otros, debemos ser proactivos y conscientes. La conservación del agua debe ser una prioridad diaria, una práctica habitual, porque, al final, la protección de nuestros recursos naturales es la protección de nuestra propia vida.
Así, en lugar de preocuparnos solo cuando el agua escasea, deberíamos convertirnos en guardianes permanentes de este recurso tan valioso. La reflexión es simple pero necesaria: si no cuidamos el agua hoy, mañana podríamos no tenerla.
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Por: Daniel Felipe Carrillo
Instagram: @felipecarrilloh1
Imagen: EFE
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