Mi crianza siempre estuvo llena de amor, eso jamás faltó en mi hogar, pero a la vez me disciplinaron para que siempre fuera educada y respetuosa con la gente y con mi entorno; recuerdo que se me enseñó a sentarme bien en las sillas, a no poner los pies sobre la mesa, a cuidar mis cosas y valorarlas, a no rayar las paredes ni las mesas; y toda la vida he mantenido dicha conducta; aunque esto no fue solo de casa, pues en el colegio del que me gradué, cada tanto nos hacían llevar a todos lijas para que limpiáramos los pupitres que habían sido rayados durante el año, y si el salón no los entrega limpios, era muy probable que no nos dieran paz y salvo para terminar el año escolar, por tal motivo, todos mis compañeros cuidaban sus sillas, y por más que había algunos que las rayaban, al menos intentaban que solo fueran las propias y así no afectaban el bien ajeno.
Para muchos esta educación tal vez fue represiva, sobre todo ahora con los temas de crianza de la nueva era, y no estoy diciendo que los nuevos métodos no sean útiles, de hecho, con las nuevas generaciones de mi familia se ha implementado, pero yo sí creo que la disciplina que me enseñaron en mi hogar y en mi colegio es la que me ha permitido actuar en la vida sin afectar a los demás.
Ustedes se preguntarán a qué va toda esta historia, les explico, desde el 21 de noviembre del 2019 Colombia ha estado viviendo una serie de marchas y protestas enmarcadas en el Paro Nacional, el cual exige al gobierno del presidente Iván Duque que responda y solucione las problemáticas sociales que el país está viviendo, como es el caso de la educación pública, los líderes sociales, la economía, la salud, la guerra, la desigualdad social, etc.; pero a la fecha las cosas siguen igual. Las marchas del 21, 22, y 23 de noviembre terminaron en enfrentamientos entre encapuchados y el Escuadrón Móvil Anti Disturbios, ESMAD, no solo en Bogotá, sino también en ciudades como Cali y Medellín; a tal punto que esos desmanes causaron un toque de queda en Bogotá y Cali.
Durante estos enfrentamientos hubo muchos heridos de ambos bandos; el comercio se afectó, pues las ventas disminuyeron en un 80% y hubo pérdidas económicas de más de 140 mil millones de pesos, todo esto a causa de los encapuchados/infiltrados que terminaban agrediendo y siendo agredidos por la fuerza pública; en estos desmanes es cierto que el ESMAD y la Policía se sobrepasaron en el uso de la fuerza, y no hay mayor ejemplo de ello que el caso de Dylan Cruz, pero también hay que reconocer que no todos son así, ejemplo de ello, el uniformado del ESMAD que pidió disculpas a los manifestantes por las acciones de este escuadrón. A la vez, hay que reconocer que dentro de los estudiantes hay infiltrados, e incluso, los mismos estudiantes que alborotan las protestas con tal de generar desmanes, pero también que la gran mayoría buscan realmente un cambio, por medio de la protesta pacífica, para sí mismos y para las nuevas generaciones.
Cabe aclarar que esto lo escribo sin la intención de deslegitimizar el Paro Nacional, pues realmente yo lo apoyo, igual que a la protesta social, debido a que creo que es hora de un cambio en este país, o sino con el paso de los años se hará insostenible la problemática social; lo que sucede es que quiero que reflexionemos sobre la violencia que se vive durante las protestas, como en el caso de la última del día 21 de febrero del 2020, en la cual encapuchados lanzaron piedras al ESMAD desde adentro del edificio de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Distrital de Bogotá, las cuales terminaron afectando a los mismos protestantes que apoyaban el Paro Nacional; espero que con esto podamos reevaluar qué estamos haciendo para cambiar Colombia, cómo lo estamos haciendo, y si realmente la salida es la violencia, o tenemos otras opciones.
Cuando veo en las noticias a los encapuchados, ya sean infiltrados de la policía, o de grupos guerrilleros, o mismos estudiantes; la sensación es la misma, ira; siento ira porque es imposible no sentirla al ver como dañan el patrimonio de Bogotá, que bueno o malo es lo único que tiene esta ciudad y depende de todos nosotros cuidar, además me da ira ver a jóvenes dañando cosas que al final terminan pagando ellos de sus trabajos de medio tiempo, o del bolsillo de sus papás que son afectados por los desmanes al no poder llegar a tiempo al trabajo, o no poder llegar temprano a sus casas. Me da rabia ver estos escenarios porque no concibo que una persona que está siendo educada en una universidad dañe la propiedad pública, pues a esa altura de la vida a uno ya le enseñaron de dónde salen los impuestos y para qué sirven, además llevan toda la vida escuchando que el bien ajeno no se daña, pues uno debe cuidar las cosas como si fueran propias. Y acá no se trata si es de universidad pública o privada, los valores son los mismos sin importar el estrato socioeconómico o la clase de educación que reciba, acá se trata de reconocer que llegó un punto en que la protesta deja de ser legítima, de ser algo que a todos nos interese, y pasó a convertirse en un foco de violencia que ya tiene aburrido a todo el mundo.
Sé que muchos pensarán que es la única solución que hay, que mire el ejemplo de Chile, o Bolivia, o Ecuador; que hablando bonito y en paz no se van a alcanzar los resultados, y la verdad es que yo creo que eso es mentira, pues para mí hay un camino, que de pronto será más largo de recorrer, pero dará mejores resultados, e incluso, durarán con el pasar de los años, y que la violencia y el daño de la ciudad no logrará. La propuesta que yo tengo es que todos los profesionales en formación y todos los que ya se graduaron nos unamos y empecemos a formar parte del sistema, cómo hacerlo, sencillo, dentro de los protestantes hay politólogos, sociólogos, antropólogos, periodistas, y demás carreras que pueden ayudar a la creación de un partido político INCORRUPTIBLE, pues al final del día, solo los políticos son los que cambiarán la situación del país, y si nosotros seguimos permitiendo que los mismos de siempre estén ahí sentados, ya sea por compra de votos o porque la gente prefiere malo conocido que bueno por conocer, las protestas seguirán y seguirán durante generaciones, tal y como sucede hoy en día.
Con este partido político, la gente que está en la calle y que está cansada de la corrupción, la opresión, y la falta de oportunidades podrá realmente hacer algo por el pueblo al que defiende, pues estará dentro del sistema y ayudará a cambiarlo desde adentro; y sé que esta idea ya se intentó y muchos murieron, pero hoy somos mayoría, las calles lo demuestran, así que tenemos las de ganar.
Sumado a eso, la protesta que termina convirtiéndose en violencia es una pérdida de tiempo, y el por qué es muy sencillo, pues de qué nos sirve pegarle a la policía o que ellos nos peguen a nosotros cuando somos del mismo estrato y tal vez hasta vecinos, y se los pondré así, si tirarle piedras a mi vecina, dañarle la puerta de la casa y armar escándalo todos los días en frente de ella, bajara los impuestos créanme que lo haría a diario; pero pelear entre gente común que trabaja a diario, que paga impuestos y que no tiene forma de cambiar el mundo más allá de su derecho al voto, que en este país termina siendo igual a nada en muchos casos, no sirve, y lo único que logra es que aquellos que no apoyan la protesta porque siempre es “violenta” terminen teniendo razón y sigan creyendo en falsas promesas para evitar que lo poco que se tiene termine vandalizado por personas que parecieran no tuvieran una persona que les enseñara que el bien ajeno se cuida como el propio.
Ver como dañan Bogotá, o cualquier ciudad, cada vez que hay alguna protesta es agotador; la ciudad es de todos, desde el niño más pequeño, hasta del anciano más longevo; no podemos olvidar que todo lo que dañamos, por la ira o lo que sea que aquellos vándalos sientan, lo pagamos y lo limpiamos nosotros mismos, sin importar el estrato, la universidad en la que estudiemos, o los padres que tengamos.
Tal vez esos encapuchados sean infiltrados de cualquier bando, tal vez esos daños tienen como propósito que la gente se aburra de las protestas y prefiera quedarse callada a tener que vivir y soportar desmanes, la verdad no descarto esta idea, pero sea como sea, es deber de nosotros como ciudadanos cuidar y proteger lo nuestro, somos más los buenos que los malos que quieren dañar nuestra ciudad, por lo que sea que les pase por la cabeza, y depende de nosotros no dejarnos amedrentar con este tipo de acciones y tratar siempre de llevar la fiesta en paz. Yo amo las iniciativas del Paro Nacional como el yogaton, o el concierto por Colombia, el cacerolazo, la chocolatada, y las sin fin de actividades pacíficas que reunían al pueblo a pedir por sus derechos sin tener que recurrir a la lucha violenta, porque la gente prefiere aguantarse un trancón de lo que sea sabiendo que todo está en paz, a tener que estar en medio de una lluvia de piedras y gases.
Unámonos por Colombia, busquemos alternativas, demostremos que somos educados y que cada peso que han invertido en nosotros no solo sirvió para enseñarnos a sumar, restar, leer, o reconocer los 32 departamentos del país, sino también para aprender a amar lo nuestro, a cuidarlo y a entender que la ciudad nos pertenece a todos y que no hay motivo alguno por el cual debamos dañar el espacio que nos da oportunidades a diario, porque para bien o mal, Bogotá sigue siendo la ciudad de las oportunidades.
Por: Paula Andrea Porto Tavera
Instagram: @paulaportocine
Imagen: Colprensa
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