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¿Dónde quedó nuestra responsabilidad?

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¿Dónde quedó nuestra responsabilidad?
Imagen de: Pexels. ¿Dónde quedó nuestra responsabilidad?

Hoy en día, parece que el compromiso se ha vuelto algo raro, casi como si fuera cosa del pasado. Antes, comprometerse con algo significaba ser responsable, cumplir con lo que se decía y mantener la palabra dada. Era un reflejo de quién eras como persona. Pero, ¿qué pasó con eso? ¿Cuándo el compromiso dejó de ser algo bueno y se convirtió en algo de lo que la gente huye?

Parece que, actualmente, comprometerse es visto como una especie de carga que muchos prefieren evitar. Ya no se habla de trabajar en algo a largo plazo o de dedicar años a mejorar en una habilidad o una carrera. En su lugar, vivimos en una cultura que valora más lo que es inmediato, lo que da satisfacción al instante, en lugar de lo que se construye con el tiempo. Nos hemos acostumbrado tanto a obtener todo de inmediato que la idea de comprometerse con algo a largo plazo nos resulta incómoda, incluso obsoleta.

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Esto lo vemos en todos los aspectos de la vida: en el trabajo, en las relaciones personales, en la educación, y hasta en la política. La falta de compromiso se nota en empleados que cambian de trabajo constantemente, en relaciones que terminan al primer problema, y en promesas políticas que se olvidan tan pronto como se gana una elección. Nos estamos convirtiendo en una sociedad que se mueve tan rápido que deja atrás un montón de promesas incumplidas y proyectos sin terminar.

¿Por qué está pasando esto? Podríamos decir que es porque vivimos en un mundo que cambia muy rápido. La tecnología avanza, las oportunidades van y vienen en meses, y la presión por estar siempre al día es enorme. Pero eso no es una excusa. Comprometerse debería ser algo que venga de dentro de nosotros, no algo que dependa de lo que pasa afuera.

El miedo al compromiso también está relacionado con el miedo a fracasar. Vivimos en una sociedad que idolatra el éxito y teme el error, olvidando que los fracasos son parte del aprendizaje. Comprometerse significa arriesgarse a fallar, y en una cultura que no perdona los errores, el miedo a fallar puede ser paralizante. Pero si no nos comprometemos con nada, nos estamos negando la oportunidad de alcanzar algo realmente importante. Nos quedamos atrapados en la superficialidad, en una vida de intentos a medias que nunca llegan a nada.

Es momento de repensar cómo vemos el compromiso. No se trata de volver al pasado, sino de construir un futuro donde el compromiso vuelva a ser importante. Donde nos atrevamos a comprometernos con nuestras metas, con nuestras relaciones, con nuestras comunidades, y con nosotros mismos.

Debemos recordar que el compromiso no es una carga, sino una herramienta poderosa que nos permite construir algo duradero. Cuando nos comprometemos con algo o alguien, estamos diciendo que creemos en ese proyecto, en esa persona, o en esa idea. Estamos diciendo que vale la pena dedicar nuestro tiempo, nuestra energía y nuestros recursos porque sabemos que lo que estamos construyendo tiene valor.

En el fondo, el compromiso es un acto de fe: fe en que nuestros esfuerzos darán resultados, en que nuestras palabras tienen peso, y en que podemos ser personas íntegras en un mundo que a veces parece haber olvidado lo que eso significa. Si queremos un futuro mejor, tenemos que recuperar el sentido del compromiso, no como una obligación, sino como una elección consciente de vivir de acuerdo con nuestros principios y valores.

Es hora de que el compromiso deje de ser una palabra vacía y vuelva a ser una base sobre la cual construir nuestras vidas. De lo contrario, corremos el riesgo de perdernos en un mar de inestabilidad e incertidumbre, sin nada que nos mantenga firmes en nuestros propósitos. Es el momento de recuperar el compromiso, no solo como un acto de responsabilidad, sino como una forma de reafirmar nuestra humanidad.

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Por: Daniel Felipe Carrillo
Instagram: @felipecarrilloh1
Imagen: Pexels
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