En el país del “vivo vive del bobo”, hablar de bullying o matoneo puede ser complicado, sobre todo porque en vez de buscar una solución de fondo, se termina victimizando al acosador o al acosado, además siempre se busca un culpable y así no tener que analizar la situación a fondo. Todos en algún momento de nuestras vidas hemos sido acosados o acosadores, pero depende de nosotros, esos que ya trascendimos y entendimos el por qué detrás de nuestros actos, acabar con la cadena y por fin lograr que los niños, niñas, y adolescentes; puedan vivir bien.
En las últimas semanas, en Colombia se presentaron dos casos de abuso escolar registrados por la prensa, uno, es el caso de una niña de 13 años en un colegio de la localidad de Ciudad Bolívar, en Bogotá, quien fue agredida por estudiantes de la misma institución hasta dejarla inconsciente y con dos lesiones con arma blanca en el cuello; el segundo caso, y el más reciente, ocurrió en Floridablanca, Santander, en un colegio público, en el cual un niño de 9 años fue agredido por estudiantes de su mismo salón por no haber querido compartir su lonchera, razón por la cual los menores lo obligaron a comérsela, pero con residuos de pegante, barro, corrector, saliva, y hasta orina; y no siendo suficiente esto, también lo golpearon; este menor se encuentra estable, pero a la fecha ya ha sufrido dos paros cardiorrespiratorios, además fue operado de emergencia por peritonitis, y la familia está a la espera de nuevos resultados que determinen si tiene líquido en los pulmones.
Cuando ambas noticias salieron publicadas sinceramente sentí indignación, porque no me cabe en la cabeza como menores de edad pueden llegar a ser tan violentos, pero como me es costumbre, también entre a redes para conocer qué estaba diciendo la gente al respecto de estos temas; y fue en ese momento cuando decidí escribir sobre el bullying, porque no es posible que la gente siga victimizando a la víctima, justificando al agresor, o culpando a los docentes y padres de familia, pues realmente esta problemática va mucho más allá de encontrar qué entorno es el más culpable de las cosas, sino de saber que entre todos los ámbitos sociales que viven los menores se debe trabajar en conjunto para erradicar de raíz el temido bullying.
Colombia es uno de los país con más casos de acoso escolar, información que corroboran datos obtenidos por mediciones específicas de la Prueba Saber, y por la ONG Bullying Sin Fronteras; ambas logran determinar que entre los 11 y los 17 años es el rango de edad más común para sufrir de acoso escolar, además que estos acosos son causados en su gran mayoría por rendimiento escolar, género, y orientación sexual; pero por qué los niños se agreden por factores que no deberían generar molestias en la sociedad. La verdad detrás del bullying es que los acosadores vienen de entornos en los cuales hay violencia intrafamiliar, o de entornos en los cuales la atención prestada por los adultos responsables, ya sean papás, tíos, abuelos; no es la adecuada, pero no debería ser razón para que un niño llegue a golpear a otro hasta causarle peritonitis, o heridas que comprometan su vida. Es en este análisis cuando empiezo a creer que Colombia tiene tales niveles de acoso escolar por la creencia del “vivo vive del bobo”, frase que se ha transmitido de generación en generación y que lo único que refuerza es el pensamiento de la trampa, de la supremacía del poder a través de la astucia, y de la intención de buscar siempre la mejor forma de hacer poco y recibir mucho. Los niños reciben dicha información de sus padres, de los contenidos que consumen, de los profesores, e incluso, de mismos niños; y creen que molestar a alguien que es más “bobo” que uno los hace poderosos y les permitirá escalar más socialmente.
Como sociedad debemos acabar ese discurso, debemos enseñarles a los niños a no juzgar, a respetar, y a valorar las diferencias de cada uno, pues al final del día, todos somos diferentes y eso es lo que nos hace valiosos. Los padres no pueden seguir criando a los menores con prejuicios que fueron instaurados desde hace años, tampoco los padres pueden pretender que los profesores se hagan cargo de la crianza en valores de los estudiantes, pues los docentes ya tienen bastante carga con el cuidado infantil, como para sumarle la crianza de más de 35 niños; y los docentes no pueden tener miedo a poner límites de convivencia en las instituciones académicas, sé que con los problemas de pandillas, y también los problemas familiares, hacer cumplir dichos límites es complicado, pero no deben dejarse intimidar por eso.
Los menores de edad cada día son más propensos a vivir acoso escolar, y aunque muchos dirán que eso es algo de hace años y que no pasaba a mayores porque antes se solucionaba como “hombres”, la verdad es que la violencia, sin importar los motivos, solo genera más violencia; por eso es necesario hacer una alianza en todos los ámbitos de la vida de los menores para que haya acompañamiento psicológico y así se termine la cadena de bullying que existe en Colombia. Asimismo, los padres deben dedicarse con más cuidado y detalle al comportamiento de los hijos, pues, aunque la realidad laboral y económica actual complica esto, no puede seguir sucediendo que los niños sean víctimas de acoso escolar y los padres solo se enteren hasta que las consecuencias son graves.
Todos hemos sido acosadores y acosados, tal vez por lo gracioso del apellido, por el cuerpo, por las notas, por las preferencias, o por mil motivos que tal vez nadie suponga que puedan ameritar acoso; pero depende de nosotros, los adultos que ya vivimos eso, que los niños no sigan repitiendo conductas; y mucho menos sigamos disfrazando el acoso con “el libre desarrollo de la personalidad”; cada quien tiene derecho a ser quien quiera ser en la vida, pero el desarrollo de su personalidad jamás debe afectar la integridad física y psicológica de alguien más. Que el bullying deje de ser una problemática en el país, está en las manos de todos, así que empecemos a actuar, y a evitar que más niños sean víctimas de actos tan atroces e indolentes como con los que inicié esta columna.
Por: Paula Andrea Porto Tavera
Instagram: @paulaportocine
Imagen: Freepik
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