Partidos suceden, victorias, derrotas, empates, historias de hazañas, desenfreno, autocontrol, control perdido, pasiones que vienen y van, la afición celebra y celebran también los señores del dinero que como bien se sabe, manejan el negocio de las apuestas que diariamente mueven millones de pesos en ganancias tanto para las casas de apuestas como para también las agencias que gestionan esos servicios.
Haciendo a un lado el problema de la ludopatía, las apuestas constituyen un gran arte en el estudio de las probabilidades estadísticas y la gestión de riesgo, debido a la dedicación y el amplio espectro de posibilidades que un juego deportivo puede presentar tanto para los protagonistas como para quienes por fuera apuestan a uno y otro bando en general.
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No son los estadios, ni los equipos, ni las organizaciones deportivas internacionales quienes se llevan el jugoso premio de los eventos deportivos, son las grandes casas de apuestas quienes de manera casi pasiva, sólo deben gestionar ciertos riesgos estadísticos y promocionar la seguridad de que sus clientes puedan retirar sus premios, lo demás es lanzar y ver la bola rodar.
Sólo la Banca es capaz de superar con creces al negocio lucrativo de las apuestas, y es ella quien de cierta manera también (en pequeña proporción), suele invertir dinero de sus clientes para obtener cierta ganancia…
Apostar no es sencillo, es la inversión de más alto riesgo, y entre más complejo sea el sistema de posiciones, más negativo es el panorama del apostante, pero más jugoso se vuelve el premio final, es riesgo, azar y técnica, mezclado con un poco de conocimiento y arte…
Pero el riesgo, cómo contraparte, puede volverse un mal hábito si no se controla, pues las emociones fuertes pueden llegar a ser adictivas y muchas personas tienden a arriesgar más de lo que deben con tal de tener éxito al menos una vez y poder sentirse victoriosos al menos una vez.
Éstas personas terminan con deudas impagables, trastornos de personalidad potentes y un potencial peligro para su subsistencia que terminan internados en centros de rehabilitación para poder curar aquello que por desear esa adrenalina, terminaron dañando… La sociedad pasa por alto cuestiones de salud pública cuando hay remedio para dicha enfermedad, cuando la verdad es, que si bien el mal físico se puede revertir, el daño económico es tan severo, que puede dejar un hueco en la economía que termina distorsionando eventos económicos.
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Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: El Rincón del Emprendedor
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