Este viernes 21 de agosto volvieron las marchas al país, reclamando y exigiendo respeto y justicia por aquellas personas que osan ser jóvenes en Colombia. En menos de una semana se silenció la vida de 9 jóvenes en Samaniego, 5 en Cali y, 2 más en Magüí Payan.
A este atroz número hay que sumarle las 2 vidas que fueron acalladas en Corinto, Cauca, mientras se protestaba contra un desalojo a comunidades indígenas ejecutado por la Fuerza Pública en época de pandemia.
Hay que vivir en Colombia para presenciar como la muerte ronda por el territorio, añadiendo números a cifras que no son tenidas en cuenta por aquellos que deben garantizar la vida. Y ahora, en tiempo de Covid, parece que la muerte se pasea sin remordimiento alguno por las regiones que han sido olvidadas y abandonadas por el Estado; en complicidad de unos cuantos alzados en armas, establecen el orden a su manera. ¿Qué efecto habría tenido si aquella masacre hubiese ocurrido en Bogotá? En nuestras redes sociales ¿aún tendríamos la imagen negra, simbolizando el luto por lo acontecido?.
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Tal vez las respuestas sea mejor no conocerlas. Lo que sí se sabe y es evidente, es que las personas que son asesinadas en territorios como Nariño o Cauca parecieran no representar la misma importancia que aquel que muere bajo la rodilla de un oficial estadounidense.
En Colombia preferimos mirar y enlutarnos por las dolencias ajenas, ignorando el charco de sangre en el que está sumergido nuestro país. Quizá sea eso mismo, tanta violencia en la que hemos vivido hace que nos asombremos más por los aconteceres ajenos, haciendo de nuestras muertes algo cotidiano, algo normal.
Según una publicación del portal 070, desde el 4 de abril hasta el 15 de agosto de 2020, han sido asesinadas 30 personas por incumplir el aislamiento. De estas personas, la más joven tenía 6 meses de edad ¿qué esto no es suficiente para activar y saturar las redes con nuestro inconformismo? ¿Acaso esto no merece un poco de condolencia por parte del Gobierno? Parece que no. Muestra de ello, es el actuar de algunos políticos y medios de comunicación en los últimos días, que centran sus fuerzas en discutir sobre la pandemia del Covid y de Uribe, digo, del caso de Uribe ante las Cortes.
Y ahora, como si fuera poco, el portal digital Cuestión Pública reveló el informe de inteligencia militar No. 937, realizado el 24 de agosto de 2019, 5 días antes del bombardeo que acabo con la vida de al menos 8 menores de edad en Caquetá. Este documento confirma que previo al ataque, las autoridades tenían conocimiento de la presencia de menores de edad en el campamento.
Lo que ratifica que este ataque a las disidencias de las Farc, del cual el presidente se siente muy orgulloso, se constituye en un crimen de guerra. Demostrando que la muerte no solo ronda las praderas y cultivos con sus peones armados, sino, también, surca el cielo con los artilugios del Estado asechando la vida que se encuentra en primavera.
Para completar el jardín de las delicias, solo falta esperar que la Constituyente propuesta por un sector del Centro Democrático sea consolidada, y así, su máximo representante evada a la justicia y logre alejar a las juventudes de los senderos de la muerte. O al menos de aquellos que pueden sembrar café.
En la tarde del viernes, mientras redactaba este texto, se conocieron 2 nuevas masacres ejecutadas en Arauca y Cauca, una de ellas posiblemente perpetrada por hombres identificados como miembros de la Nueva Marquetalia. En fin, quienes destruyen la paz se acuestan bajo la misma cobija pero dándose la espalda.
Por: Miguel Cruz
Instagram: @migueelduartee14
Imagen: @sch.pht
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