Ahora con la pérdida de la personería jurídica de Colombia Humana, el panorama político parece estar diseñándose en torno al miedo a Gustavo Petro. Entre los fortines políticos existe una tendencia para establecer sus campañas en función de la posición que asumen respecto al candidato Petro, que es la referencia más fuerte para la elección presidencial del 2022. Esta agrupación por cuadrillas obedece a la polarización que se ha acentuado en el país en los últimos años, esto de la mano de los egos de los candidatos y sus enajenadas visiones de país. Con las campañas a la vuelta de la esquina hay que preguntarse ¿Por qué hacer política desde el miedo a Petro:
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La historia ya se escribió. Desde el apoyo de Gustavo Petro al plebiscito del acuerdo de paz y su posterior candidatura presidencial, se configuraron dos bandos entre el grueso de los votantes en el país: Uno que le apuesta a una fórmula política más cercana al progresismo, y quienes por otro lado eligen al Uribismo como el modelo único bajo el que debe ser gobernada Colombia. En este enfrentamiento de doctrinas se explota el miedo a la catástrofe social que supuestamente traería Petro al ser elegido como presidente, invocando permanentemente la tenebrosa sombra del socialismo del siglo XXI y las crisis humanitarias de países como Cuba o Venezuela.
No hay que ser un experto en geopolítica para entender que ese temor que suscita el monstruo invisible del Castrochavismo es infundado. A pesar de las cercanías ideológicas que haya podido tener Petro con figuras políticas como Fidel Castro, Hugo Chávez, el candidato nunca ha expresado su intención de imitar esos modelos económicos a todas luces insostenibles en economías como las latinoamericanas. Este fantasma que le endilgan falazmente al plan político de Gustavo Petro es solo una más de las malas prácticas que abundan en la historia política de Colombia, un ejercicio éticamente cuestionable del que incluso el mismo Petro saca hoy provecho.
El marketing político intenta vendernos candidatos que suplan necesidades puntuales como cualquier otro producto. En ese sentido, los representantes de los partidos y las distintas ideas políticas, se ofrecen como el antídoto a los males que encarnan sus rivales. Desde el uribismo se formula un modelo continuista que evitaría que un gobierno de izquierda destruya el país; desde el centro, personificado por Sergio Fajardo, se propone la idea de un país unificado sin el efecto negativo de los caudillismos de Petro y Uribe; mientras que desde el progresismo, simbolizado por Gustavo Petro, se plantean como el único proyecto de país capaz de eliminar la desigualdad social en Colombia.
El acogimiento del nuevo código electoral se dio en medio de una discusión llena de incongruencias y con una aprobación inconvenientemente rápida en el congreso, sumada al enigmático silencio durante los debates del senador Petro, que luego salió a señalar la pérdida de personería jurídica de Colombia Humana como una movida más contra su candidatura. Un hecho que asume desde su papel de víctima y con el capitalizará políticamente una nueva mala decisión del legislativo, del que él hace parte.
¿Por qué hacer política desde el miedo a Petro? Simple, el temor les conviene electoralmente a todos, incluso al mismo Gustavo Petro. Grupos políticos atrincherados en sus propias doctrinas que se favorecen de la violencia que provocan entre su séquito y con sus rivales directos. Así está configurando el tablero político, amigos o enemigos, eso somos como sociedad, un pueblo atravesada por la desigualdad y la falta de empatía que nos sume en la perpetuación de las violencias, mientras que sus representantes siguen sin estar a la altura ética que exige un país que necesita superar el miedo con el que comercian.
Por: Juan Ramírez
Instagram: @sebasragut
Imagen: Álvaro Hoppe
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