En los últimos años, hemos visto cómo el término «periodista» se ha diluido en un mar de voces que, sin formación ni ética profesional, se autodenominan como tales. Las redes sociales, la democratización de las plataformas de comunicación y el acceso a herramientas tecnológicas han permitido que cualquier persona pueda emitir información, opinar o incluso difundir noticias. Pero el hecho de tener una cámara, un blog o un micrófono no convierte a nadie en periodista.
El periodismo no es un pasatiempo ni una improvisación; es una profesión que exige rigor, formación y, sobre todo, responsabilidad. Los periodistas estudiamos no solo para aprender técnicas de redacción o manejo de medios, sino para comprender la ética que guía nuestro oficio, para cuestionar fuentes, analizar contextos y construir narrativas que aporten valor y verdad a la sociedad.
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Uno de los mayores peligros de esta tendencia es que muchas veces quienes se autoproclaman periodistas no sienten el peso de la responsabilidad que conlleva informar. La falta de preparación académica y ética puede derivar en desinformación, sensacionalismo o manipulación de la opinión pública.
El periodismo, cuando se ejerce correctamente, es una herramienta poderosa para fiscalizar al poder, para dar voz a los invisibles y para construir sociedades más justas y conscientes. Sin embargo, cuando quienes ejercen este rol no tienen la preparación adecuada, el impacto puede ser devastador: desde la propagación de noticias falsas hasta la pérdida de credibilidad en los medios.
A menudo, al señalar esta problemática, surge el argumento de que «todos tienen derecho a opinar». Sí es cierto. Las redes sociales han abierto un espacio valioso para la libre expresión, pero una cosa es opinar y otra es ejercer el periodismo. Esta profesión implica formación técnica y ética, habilidades que van más allá de la simple capacidad de compartir ideas o información.
Alguien que no ha estudiado medicina no debería operar a un paciente, así como alguien que no ha estudiado periodismo no debería asumir la tarea de informar sin el conocimiento adecuado. No se trata de limitar la libertad de expresión, sino de reconocer que el periodismo es un oficio que requiere preparación, como cualquier otra disciplina profesional.
El ejercicio del periodismo no solo implica transmitir hechos, sino hacerlo con un compromiso profundo con la verdad, la imparcialidad y el respeto por el público. Este compromiso se aprende y se cultiva, y no surge de la improvisación.
Quienes han estudiado la carrera saben lo que implica verificar fuentes, contrastar información y cumplir con los estándares éticos de la profesión. Esta formación es lo que diferencia a un periodista de alguien que simplemente comunica sin preocuparse por las consecuencias de sus palabras.
La banalización del periodismo también afecta a quienes sí ejercen este trabajo con profesionalismo. Cuando cualquiera puede proclamarse periodista, el público empieza a desconfiar de los medios en general. Se difumina la línea entre información responsable y rumores, entre hechos y opiniones, y la sociedad queda atrapada en un mar de confusión.
Por eso, es fundamental que como periodistas defendamos nuestra profesión y exijamos respeto hacia ella. No es un ataque hacia quienes quieren participar en el debate público, sino un llamado a reconocer que el periodismo tiene un papel único y vital que no debe ser tomado a la ligera.
Respetar el periodismo significa reconocer su importancia como pilar de la democracia y su papel insustituible en la construcción de sociedades informadas. Aquellos que ejercen esta labor sin la preparación adecuada no solo ponen en riesgo su credibilidad, sino también el derecho de las personas a recibir información veraz y oportuna.
Si queremos un futuro donde el periodismo siga siendo un oficio respetado, debemos comenzar por defenderlo desde sus bases: la formación, la ética y la responsabilidad. Ser periodista no es un título que cualquiera pueda reclamar; es una vocación que exige estudio, rigor y un profundo compromiso con la verdad.
Respetemos nuestro oficio, asi seamos jefes de prensa, relacionistas públicos. Nos estánn quitando la oportunidad de cubrir una noticia, un evento para darle la oportunidad a alguien que se hace pasar por periodista que no lo es. Que vuelva nuestra tarjeta profesional.
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Por: Daniel Felipe Carrillo
Instagram: @felipecarrilloh1
Imagen: Pexels
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