No ha pasado una semana de las elecciones más polarizadas de la historia reciente del Perú, nación que se ha visto sacudida los últimos años por grandes escándalos de corrupción, negligencia política y los demás males que aquejan al mundo latinoamericano pero que, de manera predecible ha desembocado en un descarado encuentro entre una mala decisión y una peor: Escoger entre la ultraderechista Fujimori, con los antecedentes históricos de su padre ex-presidente de esa República; o escoger al comunista «conservador nacionalista» Pedro Castillo, quien intenta mimetizar sus ideas de izquierda con un sentir nacional culpando a los «extranjeros» de todos los males de la nación.
No pareciera que la historia pasara por la mente de los ciudadanos dado que, gracias a la corrupción estatal y la negligencia política, la historia no es una materia de prioridad en los programas escolares, historia que evitaría que escenarios como los que estamos observando se sigan repitiendo: La demagogia y el populismo arrasan los países que presentan crisis para postular el comunismo como «vía de salvación única» y la redención del pueblo para consolidar un mejor país.
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Vastas y suficientes son las pruebas históricas que comprueban que el extremismo sólo promueve un orden caótico y oscuro durante el tiempo que gobierna sobre una nación, dividiéndola, mientras sus bases son resquebrajadas lentamente en una ilusión temporal de bonanza y satisfacción social la cual se desvanece una vez la burbuja estalla.
El comunismo ha consumido más vidas y recursos económicos que la Segunda Guerra Mundial en toda su extensión, y aunque suene discursivamente repetitivo ha sido y es hoy en día un proyecto fracasado que solo las mentes más enfermas han propagado como espuma antiincendios.
Perú acaba de cometer el más grande error al elegir la senda del comunismo solo por pasiones hormonales momentáneas. ¡Lástima Perú, volviste a meter la pata!
Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Pymes y Autónomos
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