Feminicidio: Asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia. Machismo: Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres. Misoginia: Aversión a las mujeres. Todo lo anterior: resultado de una sociedad corrupta que golpea con manos gruesas y comentarios en redes sociales la vida y la integridad de un ser humano que nos enseñaron –y seguimos enseñando– a reconocer como débil.
Esta mañana lo pude comprobar. Mientras navegaba en los mares de twitter, leí los comentarios de una horda enardecida en las famosas discusiones, que por momentos parecieran encender hogueras, a veces interminables, y que con saña señalaban el caso de una mujer: Ángela Ferro Gaitán, quien fue violentada por su pareja: “quien la mando a meterse con ese tipo que tiene cara de depravado, además cochino y con pinta de mala cosa”, “¿Cómo se meten con tipos así?”, “Culpa de ella”, “Puro bochinche… El abusador empieza con maltrato verbal, si lo permiten se jodieron”.
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Ángela sobrevivió a los siete golpes contundentes que con un hacha le propino su verdugo. Algunos dijeron que fue un milagro. Sin embargo, las otras 508 mujeres, que desde enero y hasta octubre de 2020 han sido asesinadas en Colombia, no lograron sobrevivir a los golpes que detrás de una falsa identidad se escondieron los feminicidas pasivos.
Ahora bien, fíjese en sus redes sociales. Vaya. Haga el ejercicio de leer las mieles feisbuquianas y reconozca las cachetadas de odio que esta sociedad, sumergida en la banalidad, ha aprendido a dar, apoyando, por ejemplo, con manitos arriba, las mieles del vocabulario machista que detrás, muchas veces de cuentas anónimas, otras veces, con foto de perfil y todo, narran la decadencia de la sociedad colombiana, que, por momentos, parece sacada de la edad media. La máquina del tiempo ya está inventada: mire a un machista referirse a una mujer, grabe la escena, postéela en redes, y listo: sociedad del siglo XVII.
Los feminicidios también suceden allí, detrás de una pantalla, los corazoncitos y comentarios actúan como manos descuartizadoras de usuarios intransigentes que aprendieron de la vertiginosa y decadente sociedad del internet, y no es que el internet tenga la culpa, la culpa es del uso que decidimos darle a la cuarta revolución industrial. Ver y compartir la violencia también nos hace violentos.
Por Diego Prieto Rojas
Instagram: @diepriro
Imagen: @m_melgrati
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