El feminismo fue hecho por mujeres y para mujeres. Esto por extensión significa que los hombres no tenemos un espacio en él. Pero esto no quiere decir que no podamos aprender de este.
Soy de los que considera que los hombres no pueden llamarse feministas, ni deberían intentarlo. Este es un movimiento que sirvió a las mujeres a conseguir derechos políticos, reproductivos y sociales, no veo porqué hay tantas ganas de acaparar un espacio que como género no construimos.
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Los hombres, más bien, pueden (y deberían) permearse del acervo académico, de las prácticas, de las luchas internas del feminismo. Incluso, creo que es una necesidad para entender el mundo contemporáneo. ¿Cómo comprender el debate de las personas trans? ¿Por qué existen cuotas de discriminación positiva? ¿Son iguales las necesidades de las mujeres norteamericanas que las de las africanas? ¿Por qué las violaciones provienen en su mayoría de familiares y personas cercanas a las víctimas? Si es la primera vez se hacen estas preguntas, acercarse al feminismo podrá ayudarle a entenderlas.
Pero este texto no trata de por qué los hombres no deberían antagonizar al feminismo moderno, sino por qué es necesario para nosotros. No voy a empezar con esas paparruchas de que hay que respetar a las mujeres porque todos tenemos mamás, hermanas, amigas, primas, abuelas, tías y ajá; si solo respetamos al otro porque proyectan falsas relaciones que corresponden a las nuestras propias, no podemos hablar de empatía. Si acaso es apenas eso, una proyección.
Los hombres necesitamos del feminismo porque nos quita presiones de encima. La construcción de la masculinidad se ha dado a través de espacios que forjó una identidad unívoca y “deseable”. El hombre debe ser fuerte, no llorar, proveer, vestir de ciertas formas, etc. Todo lo que no cumpla estos parámetros, no es un hombre. Resulta problemática la masculinidad como identidad porque hace una equivalencia entre el hombre y lo masculino.
Para ser claros, un hombre es una persona que nace con pene. En este sentido, tener un pene no convierte a nadie en masculino. Piénsese en la forma en la que la sociedad ha tratado a los homosexuales, por no mostrarse algunos de ellos como masculinos, su hombría es cuestionada. Y es que es esa intersección entre pene y masculinidad lo que ha imposibilitado la diversificación de lo masculino.
¿Es un hombre menos hombre por no ser el proveedor de su hogar? ¿Por qué seguir forzando estas expectativas sobre nosotros cuando podemos construir hogares con padres que aportan en niveles equitativos o en la posibilidad de sus capacidades?
Creo que si reevaluamos esta intersección pene/masculinidad, varios otros problemas se desenredan para el género masculino. La forma en la que los hombres se relacionan con su entorno es en gran medida un producto de su identidad masculina. Cuando un hombre asume un falso estoicismo para enfrentar las desavenencias de la vida diaria, como todo un macho, es más posible que tenga un pésimo manejo de sus emociones.
El no poder gestionar las emociones deriva en problemas de comunicación, dificultad en el mantenimiento de relaciones interpersonales y en la misma salud mental. La tasa de suicidio en hombres en el mundo es de 3 a 4 veces mayor que en mujeres. Imagínense que una de las expectativas sobre nosotros no sea negar nuestras emociones, ¿cómo vamos a poder hablar de ellas, cómo vamos a pedir ayuda cuando el peso sobre nuestras espaldas sea demasiado, cómo vamos a hacer para tener relaciones sanas?
El feminismo para hombres es una responsabilidad con nuestro género, entre más nos resistamos a cuestionar la forma en la que la masculinidad fue construida, menos entenderemos los problemas que aquejan a los hombres en el mundo. Este es un llamado a dejar de lado esta identidad masculina que no es dada para buscar reconstruir al género masculino. No tienen que llamarse feministas para ello, al final solo es una etiqueta y si se trata de llamarse de una forma u otra, hay una mejor: ¿por qué no llamarse empático?
Por: Jorge Iván Parada Hernández
Instagram: @jiph182
Imagen: Historia y arte
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