El poder actúa sobre quienes lo poseen, el poder otorga capacidades, el poder otorga beneficios, otorga oportunidades y un abanico de opciones de aplicación bastante importantes; pero el poder también actúa sobre quienes lo ejercen, de una y otra manera el poder pide para otorgar, proteger los cimientos que soportan la base del poder es un hecho indispensable para el correcto funcionamiento del mismo.
Las democracias usan a la población como base fundamental del ejercicio del poder público, pues es a través del voto popular que los líderes pueden acceder a los cargos representativos dentro del Estado; una vez juramentados en sus cargos, deben responder ante sus votantes por lo que hicieron y dejaron de hacer durante su gestión de gobierno, por lo que inherentemente implica responsabilidad penal por sus acciones.
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Cuando el Estado se corrompe, las bases de poder pierden su capacidad de ejercer presión para un gobierno transparente, y las autocracias comienzan a surgir, con diversos pretextos desarman los escudos legales que protegen las libertades ciudadanas, las libertades financieras se ven reducidas a impuestos cada vez más ridículos y regresivos, destruyendo la capacidad de la economía de poder sostenerse a largo plazo.
Ahora, las autocracias más populistas al notar que los impuestos no alcanzan para hacer funcionar su maquinaria corrupta, emitirán deuda soberana, devaluarán con controles de cambio y emisión inorgánica de moneda, ajustando la mal llamada “justicia social” a su conveniencia, no política sino personal.
De un momento a otro nacerán cuerpos de seguridad y vigilancia extrajudiciales, que tomarán el control de áreas de conflicto para bienestar del autócrata y sus cómplices. Los derechos humanos de dejarán de observar a conciencia y cualquier objeción será caldo de cultivo para leyes antiterroristas que no buscan combatir terroristas, sino disidentes y voces opuestas.
Cuando la democracia está en juego, la vida que hoy en día conoces, dejará de existir y no sabrás cuándo ocurrió porque ya no habrá salida. Nos lo advirtieron y no escuchamos, nos avisaron y no hicimos caso, como Nación tenemos mucho de qué reflexionar.
No se trata de estar a favor de un partido político o de una ideología, se trata de salvaguardar la República, sus valores de libertad, desarrollo y democracia; cuando la República cae en las manos equivocadas es el pueblo quien paga por el error, y Colombia debe aprender que un discurso bonito no implica buenas intenciones, pues son los violadores quienes mejor saben engañar a sus víctimas.
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Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Definicion.de
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