Para empezar, usted señor, ¿ha tenido alguno de los siguientes síntomas?: ¿Se siente cansado e irritable todo el tiempo? ¿Ha perdido el interés en su trabajo, su familia o sus pasatiempos? ¿Tiene problemas para dormir y se siente enojado o agresivo, triste, o que no vale nada? ¿Se ha sentido así durante semanas o meses? Si es así, puede que tenga depresión.
Hay que reconocerlo, la depresión es un enemigo silencioso, peligroso y se sabe camuflar muy bien en una sonrisa. Es una enfermedad que no tiene un origen común: puede nacer desde episodios fuertes de la infancia, puede aparecer de un día para otro, puede ser por la difícil vida que llevas, puede ser generada por el trabajo, puede nacer por falta de oportunidades, y así, miles de eventos, pueden desencadenar esta fatal enfermedad.
Le puede interesar: «Retorno a clases presenciales» pedido a gritos de muchos
Pero los hombres la pueden experimentar de manera diferente que las mujeres (también puede pasar de modo contrario. La depresión es una enfermedad que no le importa el género, la edad, ni el estatus social) Los hombres podemos tender a sentirnos más cansados e irritables, podemos perder interés en el trabajo, la familia o nuestros pasatiempos. Esto puede incluir tener más dificultad para dormir que las mujeres que tienen depresión. Y aunque las mujeres con depresión tienden más a intentar suicidarse, es más común que los hombres mueran por suicidio.
Recuerdo que tuve una época donde se me desarrolló la depresión por una situación bastante pesada. Y según el psicólogo, la depresión ya la venia desarrollando y esa situación había sido vital para que se desencadenara. Y esta, de algún modo, se camufló bien. En ese entonces, mis actividades diarias no tenían sentido. No tenía energía para hacer nada. Me levantaba porque tenía que preparar a mi hijo para la escuela y mi pareja necesitaba ir a trabajar. Todo el día se me pasaba sin darme cuenta. Trabajaba los fines de semana, pero era una agonía hacerlo, de repente, sentía lágrimas en el rostro y buscaba el baño para poder calmarme. Fue así durante un año entero.
El psicólogo que llevaba mi caso, me había diagnosticado una depresión leve, para nada preocupante. Pero la situación se salió de control cuando, un día cualquiera, desperté nuevamente pensando que era un fracasado, que no tenía por qué vivir y que mi estadía en este mundo, era en vano. Veía la viga del techo como un buen lugar para una cuerda y mi cuerpo. Pero al tiempo pensaba en mi hijo, esposa y mi familia; me ponía en el lugar de ellos. Esa vez no fui al psicólogo. Simplemente, continué con mi vida.
El problema radica en que “nadie” tiene depresión en Latinoamérica. En la comunidad latina, en este caso, en Colombia, tenemos una cultura de silencio en ciertos aspectos de nuestra vida. Y decir que uno tiene depresión es como dejar que la vida te gane.
Por: Samir Andrés Méndez Bonilla
Instagram: @Samir_mendez182
Imagen: Aesthesis
*Las opiniones expresadas no representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.