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«La hipocresía progresista»

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Imagen de: Le Partage

La hipocresía, esa despreciable forma de proyectar en otros una falsa imagen de lo que en realidad es, al comportarse de una manera simétricamente distinta con respecto a los valores que profesa, o peor aún (y pasa muy seguido), toman las actitudes, principios y comportamientos de aquello que suele criticar}

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¿A qué vengo ahora con esta incisiva introducción?

Señores, estamos a las puertas del retroceso general de un sistema colectivista que durante las últimas décadas logró un avance importantísimo en temas relacionados al «progreso», pues han sido los progresistas los que han desestimado un elemento muy verdadero a la hora de hacer política y a la hora de entrarle a la sociedad con sus banderas «revolucionarias» expresando sus «nuevos ideales» y trastornando todo aquello que conocíamos como lo conocíamos.

Tomaron la bandera del hembrismo, y lo llamaron feminismo, para hacerlo más romántico, atacando todos los sistemas establecidos al etiquetarlos de «patriarcados», invisibilizando realidades, ridiculizando otras, y únicamente mostrando aquello que le convenía al discurso que defendían, porque cuando se atacaban a las mujeres con trastornos de comportamiento cuya toxicidad ponía en riesgo la integridad de los hombres, simplemente decían que no era cierto, y que no era real.

No estoy en contra del movimiento feminista cuando busca la «igualdad de oportunidades y el justo trato ante la Ley y las personas», pero cuando ese movimiento se transforma en una radicalización hembrista la cual busca la subyugación total del personaje masculino, entramos directamente en una guerra social que busca la autodestrucción de la humanidad, al bajar su población y destruir el balance de la sociedad.

Pasando a la siguiente bandera, nos topamos con la «Revolución del color»… Una revolución que inició, como un movimiento que buscaba promover derechos y libertades para un sector de la población con una doctrina sexual considerada extremadamente inaceptable, y en un gran número de países esos comportamientos pasaban como delitos «contra las buenas costumbres», una vez este movimiento de la Revolución del color inició, no faltó quienes aprovecharon para expandir su alcance a áreas más allá de la simple homosexualidad, llegando a abrazar otras parafilias. ¿El problema? Que llegaron a cuestionar de manera abierta, al punto de acosar al estado con protestas y «marchas del orgullo» para que aprobaran sus exigencias, no sin antes llegar a cuestionar todo lo que pudiera establecer una doctrina tradicional, como lo es la biología, la sociología y hasta a nuestros propios padres, nuestras familias, porque según una parte del movimiento: «Forman parte de un sistema opresivo».

Lo gracioso del asunto, es que han venido imponiendo sus doctrinas, libertinajes e ideas a través de las redes, del cine, de la educación, y a través del Estado mismo, logrando que no podamos criticar abiertamente las nuevas doctrinas, porque terminamos siendo los «opresores», «los anti-derechos», «los locos», y un movimiento que tiende a sectarizar a quienes no comparten sus ideas, es un movimiento que no busca la justicia, sino la imposición.

He hablado en anteriores artículos sobre la importancia del respeto, la importancia de reconocer al otro y de entender que si nos matamos entre nosotros, nadie vendrá a salvarnos de nuestra propia destrucción.

Y hablando de destrucción, la última hipocresía latente en el mundo de las revoluciones del siglo XXI: «La Revolución por un mundo más sostenible»

El movimiento por la energía «verde», por los artículos «sostenibles», los movimientos por las transiciones energéticas, se configuraron en grandes mentiras, que terminaron costándole a la humanidad una gran cantidad de recursos para terminar de hacer lo mismo: Costear una economía extractivista, para fabricar artículos de dudosa biodegradabilidad, con una corta vida útil, con tal de mantener vivo un mercado que se sostiene en la cantidad más que en la calidad de aquello que se comercia.

¿Por qué se convirtió en un fracaso? Porque a pesar de que se logró que la población mundial tomara conciencia de aquello que consume, y cómo afecta al ambiente, en el plano general, aquello que consume que actualmente dice ser «de bajas emisiones de carbono», terminó siendo una mentira comercial con el fin único de mantenerse a flote. Los materiales que se requieren para la fabricación de productos modernos cada vez dependen más de elementos tóxicos para su construcción, y su búsqueda, extracción, y refinación pone más en riesgo a los ecosistemas de lo que las fábricas tradicionales que tanto critican podían amenazar.

Podemos citar a Cervantes, en su afamado libro Don Quijote de La Mancha, cuando dirigiéndose a su escudero Sancho le dice lo siguiente:

«Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca.»

Si Cervantes no te dejó reflexionando, he perdido el tiempo con esta nota…

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Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Le Partage
*Las opiniones expresadas no representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.

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