En todo ámbito de poder, hay una estructura organizativa que dirige la manera en la que se discuten, plantean, y toman decisiones, esa estructura se tabula por niveles, y esos niveles se llaman jerarquías. En toda estructura de poder, la mayor responsabilidad recae sobre aquel que tiene mayor jerarquía, o al menos, quien aparentemente lleva el control de la organización respectiva.
En una organización, si la dirección es altamente centralizada, puede resultar en una catastrófica decapitación en caso de que el principal responsable renuncie o fallezca. Esto se ha visto largamente repetido, las organizaciones más centralizadas o en cuya administración sólo una persona tome las decisiones más relevantes, tienen una alta tasa de disolución al verse incapaces de reemplazar al alto jerarca.
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Organizaciones en las que se goza de una mejor disposición jerárquica, suelen poseer una Junta que se encarga de velar por el correcto funcionamiento de la compañía haciendo que las decisiones puedan ser deliberadas aún sin la presencia de alguno de sus miembros, lo que permite un planteamiento sólido de permanencia en el tiempo de la organización, pudiendo sortear obstáculos de diversa índole de una manera más coordinada.
Ahora, ¿qué sucede cuando una persona en una organización multipersonal intenta manejarla como si fuera un barco de un solo capitán? Una persona, que con artimañas, estrategias sucias y tramposas, intenta y logra hacerse con el control general, por estadística puede gozar de un muy buen comienzo, pues las reformas que plantee se verán como un cambio de rumbos y en muchos aspectos podría verse quizás como un nuevo inicio pero, a largo plazo termina siendo totalmente inútil, pues ese falso Rey está administrando asuntos que no le competen, está tomando para sí atribuciones que no se le han conferido ni se estipulan en el cargo que en principio se le delegó.
Aquellos, que lentamente observan cómo el liderazgo del autócrata comienza a verse dinamitado por las críticas en su contra, por su mal desempeño en las áreas que controla pero que jamás ha sabido administrar eficientemente, y a la larga, dinamitando la imagen de la organización que ya no es ni la sombra de aquello que fue.
Los que fueron pisoteados por ese nuevo jefe, se alzarán para expulsar al tirano, y le harán la justicia para poder intentar rescatar aquello que puedan salvar, reestructurar la empresa, y seguir adelante; o en el peor de los casos, abandonar el barco, pero no sin antes intentar ajusticiar a quien les hizo perder magna inversión de tiempo y esfuerzo.
El falso Rey, observa cómo poco a poco, ese trono que se veía tan omnipotente, en realidad se sentaba sobre una pirámide de cartas, débil, frágil, e inestable, expuesto a cualquier variable que afecta a la organización, destruyendo su imagen, y por ende, su capacidad de aferrarse a un trono que no le desea, ni merece.
Todo falso Rey, recibe en algún momento, la justicia del verdadero Rey, y este, no dudará en hacer valer su autoridad para recuperar aquello que alguna vez fué y será suyo por derecho.
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Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: El Confidencial
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