El Estado es una organización de carácter violento, sustentado en una base jurídica de poder omnipotente regulado únicamente por una carta de atributos el cual delimita y define las capacidades y características del Estado de manera enunciativa en lo que llamamos la Carta Magna o mejor dicho sea, la Constitución.
El Estado es violento por una razón muy sencilla y puntual: lo que dice el Estado se hace cumplir de una manera, sea a través de decretos, leyes o dictámenes; o de otra manera más notable como las detenciones, embargos, enjuiciamientos y sanciones.
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Es natural de una organización de amplio poder intentar ser parte y juez en cada uno de los ámbitos donde se le permita y pueda operar, nada más observar los ejemplos más radicales como Corea del Norte, Afganistán o Cuba; el control absoluto del Estado sobre las vidas de sus ciudadanos llega a considerar serios crímenes contra la democracia, el bienestar social y la justicia.
A medida que se popularizan los discursos políticos colectivistas, discursos que se animan a culpar de todos los males a enemigos fantasmas, enemigos ideológicos, enemigos nacidos por el resentimiento y la frustración; hay una contínua búsqueda por la merma de las libertades civiles, decreto tras decreto van regulando aspectos de la vida que no competen al Estado nacional ni sus legislaturas locales, pero que por voluntad de unos “políticos” inescrupulosos que gozan de un gran resentimiento personal hacia la vida y hacia las personas, terminan controlando a los ciudadanos como si fueran ganado.
La Libertad se basa en un hecho fáctico irrefutable, el disfrute de los derechos y garantías de una legislación que garantiza las libertades personales no se basa en una mera ideología discursiva, ni en una verborragia arrolladora al servicio de un Estado dominado por corruptos.
La libertad personal es el derecho ejecutable de realizar actividades sin el control del Estado, el derecho al libre comercio, la libre asociación mercantil, la libre empresa, la libertad de tránsito, la libre expresión del pensamiento, la libertad de culto, de propiedad, de educación libre de adoctrinamiento, libertades para el próspero desarrollo y crecimiento personal. Ser capaz y poder realizar cuanta acción uno desee hacer con las responsabilidades inherentes a la acción, pues todo poder incluye una responsabilidad.
Emitir una opinión es un ejemplo de libertad, la posibilidad de ofender a quien recibe dicha opinión es una consecuencia inevitable, y como todo en la vida debe ser asumido con responsabilidad y madurez, madurez que muchas personas han preferido esquivar, promoviendo un clima hostil de comunicación.
La libertad de los países más prósperos evidencia una calidad de vida abismalmente mejor para sus ciudadanos que los países más opresivos y dictatoriales. Y todos comparten algo en común: La presencia del Estado en la vida civil es abismal, corroe las capacidades económicas de la Nación intentando mantener un aparato estatal monstruoso y generalmente corrupto.
Colombia se acerca aceleradamente a una etapa excesivamente peligrosa de la política, dónde el Estado desea el control total, y la población ciega de sus consecuencias apoya en gran medida sus acciones, aún cuando las consecuencias de esas políticas se han evidenciado en las oleadas migratorias provenientes de Venezuela, sin intereses en evitar transitar dicho destino la política nacional parece decidida a prohibir la libertad a cambio de un poder absolutista del Estado… recuerda a Luis XIV.
Una pregunta reflexiva para el lector: ¿República, o democracia?
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Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Conceptos Políticos
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