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La obra no es del artista

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Cuando se habla del artista y de su obra, por lo general se piensa que son una misma cosa, como si cada detalle del producto fuera una extensión del cuerpo o el alma de su creador, como si esta le perteneciera enteramente. ¿Es cierto esto? ¿El arte es algo que el artista nos presta por un rato y ya?

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Es posible que el público se pueda apropiar de los productos artísticos de varias maneras. Solo hay que pensar en ese poema que puede que usted guarde en su cartera que al leerlo le estremece, o la pintura impresionista o neoclásica que usted guarda en el fondo de pantalla de celular y que al verla se siente refrescado.

De cierta forma, el arte nos pertenece tanto como a sus artistas; sin público no puede haber admiración por ella. Pero es común hoy en día que no se piense así, pues cada vez son más los escándalos que vinculan a reconocidos artistas con posturas polémicas en temas delicados o conductas criminales.

La llamada “cultura de la cancelación” se encarga de escarmentar a estas personas, haciendo un boicot de su figura y su trabajo, sobre todo en redes sociales, para que así los consumidores no sientan que apoyan a una persona no grata.

Tómese dos ejemplos: el primero de ellos es el actor dos veces ganador del Óscar, Kevin Spacey, acusado por varias personas de abuso y agresión sexual, incluso contra menores, lo que provocó el destierro del actor de Hollywood en, quizás, uno de los mejores momentos de su carrera.

Cuando el escándalo estalló, el actor hacía parte de la aclamada serie “House of Cards” y fue el protagonista de la película “Todo el dinero del mundo”. En la primera su personaje murió y en la segunda fue reemplazado por Christopher Plummer. Es claro que Spacey perdió todo y sus fans, de cierta forma también, como si no pudieran volver a ver su rostro en una pantalla.

El segundo ejemplo es la escritora J.K. Rowling, autora de la saga de Harry Potter, una de las series de fantasía más importantes y rentables de la historia. Ella se vio envuelta últimamente en un escándalo por sus posturas supuestamente transfobicas, cuando en un tuit ella aseguró que estaba en desacuerdo con el despido de una profesora británica por asegurar que “no se puede cambiar de sexo”. En un artículo posterior defendiendo su posición, Rowling explicó que considera que la experiencia del sexo para la definición del género como importante.

Esto desató una tormenta en redes sociales, pues muchos calificaron a la escritora como una feminista radical transexclusivista (o TERF por sus siglas en inglés) e incluso los actores de las películas inspiradas en sus libros se manifestaron en contra de las declaraciones de Rowling. Adicionalmente, esta tuvo que devolver un premio de derechos humanos debido a este escándalo.

Es común que se dé una respuesta por parte de la opinión pública de “cancelar ” porque para muchos, seguir viendo las películas de Spacey o comprando las novelas de Harry Potter es seguir apoyando a estas personas. Tienen razón. La pregunta es si hay que borrar la huella de estos de la faz de la Tierra o denegar la posibilidad de la redención. Pero lo más importante es que ambos casos son muy distintos entre sí.

Para poder responder a estas preguntas, que resultan de carácter ético, me parece necesario acudir a Aristóteles, quien puede tener una respuesta medianamente satisfactoria a esos cuestionamientos. Hay dos factores a analizar en este problema y ambos tienen su raíz en la virtud (o areté). Este es un concepto cuya definición sigue siendo un debate aunque este texto se apegará a la significa excelencia.

Para Aristóteles, las virtudes pueden practicarse y en la medida que más se practique, más virtuoso se puede ser. Si bien cualquiera podría cultivar las virtudes, sería ilógico pensar que es posible tener maestría con todas las virtudes a la vez. Un buen flautista podría ser bueno con algunos otros instrumentos de viento, mas no virtuoso en muchas otras habilidades. En suma, solo se puede ser bueno en aquello que se le dedica tiempo. La virtud es hábito.

Por obvio que suene eso, es parte de una de las más importantes teorías éticas, pues si la virtud puede ser cultivada, la bondad como virtud también. Se puede practicar y mejorar como persona mientras dicha virtud sea perseguida.

Entonces, ¿qué tiene que ver esto con la los artistas caídos de gracia y sus respectivas obras? Pues está claro que como artistas son virtuosos; sería difícil encontrar a alguien que niegue el talento de Kevin Spacey o de J.K. Rowling, pero a raíz de sus respectivos escándalos, hay quienes ignoran estas virtudes artísticas y les juzgan por sus acciones morales.

Antes que nada, es claro también que el caso del actor es distinto al de la escritora. Este está acusado de un grave delito por varias personas y apenas ha sido absuelto en un solo juicio. Ella, por su parte, participa en un debate muy difícil debate sobre la peso del género y del sexo en la identidad de las personas. El problema es que su posición puede resultar discriminatoria. Parece casi irrisorio comparar a un potencial abusador frente a una potencial transfóbica, porque los límites del abuso y la agresión sexual están mejor definidas que el aún incipiente debate de la identidad sexual.

Aún ignorando este punto anterior, es posible argumentar que Spacey y Rowling han cultivado virtudes éticas distintas. La escritora se ha desempeñado como filántropa desde que Harry Potter se convirtió en un fenómeno mundial. A través de la fundación Comic Relief, todas las ganancias de dos de sus libros son destinadas a obras benéficas, siendo estas alrededor de 17 millones de libras. Incluso Spacey ha realizado activismo para crear conciencia acerca del VIH en países africanos.

La lección es, pues, esa. Dos personas canceladas por sus acciones, por diferentes que sean, también han tratado de hacer el bien en otras virtudes. Este no es un intento por limpiar su imagen, esa tarea les corresponde únicamente a los acusados por mérito de sus propias acciones. Lo que sí es este texto es un llamado a reevaluar el maniqueísmo con el que juzgamos a las personas.

Tanto Rowling como Spacey son virtuosos en sus respectivos campos, eso no garantiza que sean virtuosos a la hora de cultivar otros valores. Es una tarea titánica el encontrar una persona enteramente buena o incluso una perfectamente mala. Todo ser humano es capaz de cometer errores y de remediarlos, y esta es la medida por la cual podremos diferenciar quién es quién.

Mientras tanto, no se sienta culpable de leer poemas de Neruda a sabiendas que él mismo aceptó que violó a una mujer en 1929 o porque fue negligente con su hija enferma. La audiencia no debería cargar con la culpa de las responsabilidades de los artistas, lo que no significa que no deban señarlas y condenarlas. Es perfectamente posible explorar las obras de personajes polémicos reconociendo sus falencias como artistas y personas.

Por: Jorge Iván Parada Hernández
Instagram: @jiph182
Imagen: El País
*Las opiniones expresadas aquí representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.

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