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La reforma de la almojábana

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almojábana

Hace unos días se produjo una discusión en redes sociales por el elevado precio que tenía una almojábana en el aeropuerto El Dorado, una práctica común en los establecimientos de este concurrido terminal. Asumimos con cierta naturalidad la desorbitada cifra que exigía la cafetería por el artículo, un hecho que logra ilustrar como nuestro asombro frente a la desigualdad se ha diluido entre lo inverosímil de la cotidianidad, de lo risible a lo inconcebible, nuestra percepción parece adormecida frente a las grandes y las pequeñas injusticias.

Nuestro entendimiento sobre las cosas no es el mismo durante toda la vida. Lo que antes nos parecía normal o bueno, hoy ya no lo es tanto. Para nuestro mal, la memoria se transforma por la nostalgia, y al revivir más de cerca los recuerdos más lejanos vemos que, contrario al adagio popular que propone que todo tiempo pasado es mejor, todo no era nada más que una ensoñación de un tiempo que romantizamos por las dificultades del presente. Y con el avance de los años ocurre algo similar, esa aparentemente inevitable repetición de las injusticias nos hace cómplices de su normalización, e incluso en algunas ocasiones hay quienes llegan a justificarlas como parte de la experiencia de la vida.

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Ese es el panorama al que nos enfrentamos cuando conocemos de casos como el de la almojábana del Aeropuerto El Dorado, donde nos invade un estupor temporal, seguido de una ola de reacciones jocosas, y luego a seguir como si nada. La atención de los medios se concentra en el asunto por un lapso insuficiente para resolver el problema, pero en un exceso insano para la necesidad informativa, y posteriormente renuncia al tema para perseguir una nueva y más rentable tendencia.

A la par de la conmoción por el valor desproporcionado de la almojábana, se desarrollaban las informaciones sobre los particulares de lo que será la tercera reforma tributaria en el periodo presidencial de Iván Duque. A pesar de que en el pasado el Gobierno había asegurado que la meta del recaudo de esta nueva reforma sería de 15 billones de pesos, el documento que presentará el ministro de hacienda, Alberto Carrasquilla, detalla que se esperan recoger un total de 25 billones, aunque esta diferencia de versiones entre lo que dice y hace el ejecutivo, está lejos de ser lo peor de este documento.

El aumento de la meta de recaudo es justificado de parte del Gobierno por las supuestas acciones de mejora social que implementará el gobierno con los recursos obtenidos. Esta es la razón que emplean para lo que será el recorte de $ 5,1 billones de la cifra correspondiente al Sistema General de Participaciones, dependencia que se encargaba de repartir este monto en las regiones, seguramente el lugar donde más se requiere la inversión del Estado para combatir la desigualdad.

Además, se tiene previsto aumentar la carga tributaria a personas naturales ampliando la base gravable, implementando la permanencia del impuesto al patrimonio, incrementando las tarifas de impuesto de los dividendos, aunque parece que los bancos, pobres instituciones indefensas, siguen en apuros monetarios mayores a los del ciudadano común, pues se mantendrá el arcaico 4 x 1000, medida que se estableció de manera temporal en el año 1998.

Para asegurar el éxito del trámite en el congreso de esta reforma, el gobierno ha optado por una maniobra empleada a menudo en nuestra democracia. Esa estrategia consiste en dejar entrever la intención de extender el IVA a los productos de la canasta familiar, una amenaza que caldea los ánimos entre los contribuyentes y que es diluida en el proceso del debate legislativo para rebajar el descontento por la reforma hasta el punto en el que el desagrado popular permita la aprobación de las intenciones finales.

Estas prácticas politiqueras se han convertido en un paisaje habitual que observamos con resignación. Maniobras que cuentan con el beneplácito de toda la clase política del país y que se permiten con ese respaldado invisible de la apatía de una base popular que se entiende sin la fuerza suficiente para enfrentar las iniquidades que perpetúan el status quo, un pueblo que ha perdido la agencia y la voz en medio de la indiferencia de sus dirigentes.

Al final del día nos vamos a la cama – Al menos quienes tienen el privilegio tener una – con el sentido del asombro adormecido, medio anestesiados frente al dolor de la injusticia y sometidos al destino que nos ha labrado una brecha social tan amplia como la nuestra y que promete seguir creciendo con esta nueva reforma, total ya no hemos acostumbrado a esta democracia disfuncional a la que parecemos condenados, nos hemos acostumbrado a ese elevado precio de las almojábanas en el aeropuerto.

Por: Juan Ramírez
Instagram: @sebasragut
Imagen: Red bus
*Las opiniones expresadas no representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.

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