La Minga indígena, conformada por varias comunidades indígenas del sur del país, llegó a Bogotá el pasado 18 de octubre y se fue de la ciudad entre el 22 y el 23 del mismo mes, sin embargo, su paso por la capital generó infinidad de comentarios al respecto y que de una u otra manera hace que reflexione sobre si ellos son los “inadaptados” que tanto quieren vendernos.
Cuando la Minga indígena pasó por toda Colombia su comportamiento fue espectacular, su respeto por las normas es único, todo lo mantuvieron de manera pacífica y fueron capaces de mantener el uso de tapabocas y de respetar al máximo los protocolos de bioseguridad de la protesta pacífica, pero aún con estos antecedentes hubo personas que los llamaron “inadaptados”, “indios que vienen a joder”, entre otras expresiones que ni siquiera vale la pena repetir, pero que duelen porque lo único que hacen es estigmatizar a una comunidad que está protestando por lo justo y que, de hecho, tienen más derechos que todos los de la ciudad, pues ellos llegaron primero.
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El grupo de la minga está pidiendo al Gobierno Nacional que actúe frente a tantos casos de masacres que se están generando cerca a sus territorios, que les garantice la protección a la vida, y que haga algo para evitar que la crisis social y ambiental del país se siga agravando, no obstante, como hasta ahora ha hecho el Gobierno con los temas álgidos, este decidió “ignorarlos”, pero esto no fue impedimento para que la Minga dejara un precedente y se demostrara que la gente SÍ quiere hablar, lo que sucede es que no nos quieren escuchar.
Muchos dirán que la protesta de la Minga fue una perdedera de tiempo, que hicieron trancones, que facilitan la intromisión de vándalos, que las protestas no tienen ni pies ni cabeza, que el Gobierno ha cumplido, que son unos “indios” atrevidos venir hasta Bogotá, y que si de verdad estuvieran interesados en generar cambios no permitirían las plantaciones de coca o marihuana en sus territorios ancestrales para beneficio de los narcos, pero la verdad de la situación está muy lejos de esto. Los indígenas no generaron más que algunos trancones, que, a decir verdad, son el pan de cada día de Bogotá, así que un trancón más, un trancón menos, no hace la diferencia en la movilidad de la capital; sumado a eso, impidieron la intromisión de vándalos mostrando que la presión social sí es efectiva en estos casos ya que aquellos que querían infiltrarse, sean quienes sean, tenían miedo de enfrentarse a una guardia que sí iba a proteger los intereses de la protesta pacífica y que quería demostrar que ellos no son los malos de la historia.
Asimismo, aquellos a favor del gobierno no pueden seguir justificando la masacre de los líderes indígenas por problemas de coca y marihuana, cuando la realidad es que sí puede haber plantaciones, pero para usos medicinales y tradicionales, no para venderla al mejor postor; no hay que olvidar que los indígenas usan estas plantas de manera natural a beneficio de las personas y no para drogarse como sucede en las ciudades.
La Minga indígena mostró clase, carácter, y que ellos de verdad están interesados en poder transformar a la sociedad, así que aquellos que los llamaron “inadaptados” deberían pensar si más bien somos nosotros los inadaptados, pues nosotros por donde vamos dejamos destrozos, además no somos capaces de respetar a la madre tierra con nuestros actos, y somos los que robamos sus tierras, ya que ellos llegaron primero a este país que hoy consideramos nuestro, pero que en realidad les fue arrebatado a las malas para que nosotros los “puros” y los “avanzados” podamos vivir como lo hacemos hoy en día.
Por: Paula Andrea Porto Tavera
Instagram: @paulaportocine
Imagen: Colprensa
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