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«No llegas a la conciencia de un animal»

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Imagen de: Nueva Sociedad

Buenos días, tardes, noches, estimado lector, espero se encuentre cómodo leyendo ésta nota, espero se encuentre tranquilo, porque he diseñado este texto para que pueda leerse con serenidad, dado que podría alterar alguna agitación que de por si ya tenga acumulada…

Esta nota no está destinada a ser leída por políticos, líderes sindicales, líderes estudiantiles, líderes de la comunidad LGTBI…+ (ya no sé cuántas letras tienen encima), pseudo-intelectuales, entre otros tantos descriptores que hoy en día usa una minoría para hacerse sentir «importantes», «valiosos», de manera que su demagogia, su dogmatismo y, (esto si me sorprende) su enorme carisma para atraer a las masas.

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Nosotros las personas comunes, tenemos asuntos que diariamente se convierten en nuestra agenda de asuntos a resolver, diariamente consideramos, analizamos y solucionamos la mayor cantidad posible de asuntos pendientes, los resolvemos, expectantes de los siguientes asuntos a tratar, analizar y resolver.

Cuando delegamos, esperamos que aquellas personas que quedan encargadas de administrar, solucionar, mejorar, mantener, negociar, asistir, educar, ayudar, componer, reparar, y un largo etcétera; lo hagan de manera limpia, transparente, ordenada, coordinada, profesional, eficaz, eficiente, de manera comprometida, razonada, sin más ambiciones que la de culminar las labores para la cual se le delegó el cargo, proyecto, trabajo; con la recompensa o remuneración correspondiente.

Pero tal parece que el honor de hacer bien un trabajo sólo aplica para quienes no tenemos la suficiente malicia, perversión, ni la corrupción necesaria para desarrollar los males que día a día a la mayoría representa una carga de un esfuerzo considerable de sobrellevar. Lo más notorio es que siempre se trata, gracias a beneficios puntuales, de minimizar estos actos inconscientes que terminan cobrándose la vida, bienestar, tranquilidad, paz, y salud (por decir algo), de la población en general.

Si, me refiero a la selecta formación de políticos, sindicalistas, líderes y demás «cargos», que diariamente «deberían» estar usando una posición delegada (si, delegada, no nacieron con el cargo estampado en la frente), para cumplir con las obligaciones y deberes que se le han asignado y los cuales ha aceptado voluntariamente pero, en cambio, su partido político ha decidido que lo más importante es consolidar su posición dentro de las estructuras del Estado, por lo que simplemente no terminan logrando más metas que las ambiciones personales propias de una rata (con el respeto de las ratas): Reproducirse masivamente y dominar la estructura definida a toda costa, sin miramientos, sin contemplaciones, sólo ensanchar su espectro de influencia, y dominar el espacio.

No sólo los políticos, sino todos aquellos que mencioné anteriormente, quienes creen que su existencia es «imprescindible» para la vida de los demás, atormentándonos con su ineficiencia, su incapacidad, sus profunda profesión extractivista, que seca la economía de quienes «dependen» de sus «favores».

Mejor ni hablo de aquellos que viven de la industria de la guerra para lograr sus objetivos, arrastrando a la población a un esfuerzo civil inútil que desgasta las voluntades a futuro…

¿Será que la existencia del propio Estado es el que favorece la existencia de abusadores, sucios, corruptos, arrogantes, ladrones, incapaces, prepotentes… en cargos en los que la población deposita su esperanza para la resolución de sus problemas?

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Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Nueva Sociedad
*Las opiniones expresadas no representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.

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