Me cansaré de decirlo, pero la verdad nunca será diferente: La historia ha demostrado que nunca se aprende de la historia.
Desde tiempos antiguos autoritarismos han ido y venido sin cesar, algunos más tradicionales, otros bastante más novedosos, pero de cualquier manera, han logrado transformar el estatus quo de toda las clases sociales inscritas bajo su gobierno; lo que nos lleva a pensar qué sucedía cuando las cosas se ponían mal, y vaya que podían ser terribles las consecuencias de gobiernos nefastos.
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Nada más revisando la historia reciente podemos encontrar casos de hambruna masiva, inanición forzosa, esclavitud, despojo de bienes a cambio de esperanza de vida, violaciones constantes a los DD.HH., entre otros actos de brutalidad estatal.
¿Y la población civil? No, desposeída de toda capacidad de autodefensa tiene que escoger entre permanecer inmóvil, o huir a buscar un mejor futuro en otros horizontes. Huir, dejar todo atrás y buscar una manera de sobrevivir a lo desconocido en tierras ajenas, con diferentes culturas, diferentes lenguas, diferentes leyes… nunca es tarea fácil.
Colombia experimentó masivas migraciones el siglo pasado, por causas diversas, que podemos enumerar en tres categorías que hoy persisten: Crisis económica, crisis de orden interno (guerrillas y paramilitares), narcotráfico…
Causas que han desplazado millones de colombianos dentro y fuera del país, y que terminaron encontrando un invitado en el camino: Venezolanos que huyen de su patria, despojados de su patria han decidido emprender la “marcha de la vergüenza” con la esperanza de sacar adelante a sus familias, de obtener un mejor futuro para sus hijos, y poder superar pacientemente las causas que llevaron a su huida.
No son pocos los que salieron, a decir verdad pareciera que ninguno desea quedarse, de 30 millones de venezolanos, ya han salido 8 por las fronteras, y reportes recientes indican que posiblemente ese número se duplique un vez consumado el fraude electoral de las elecciones presidenciales de julio de este año, Latinoamérica se pregunta dónde, dónde caben ocho, diez, doce millones de venezolanos más, dónde los cobijan, dónde se alimentarán, dónde se formarán…
Una crisis sin precedentes está en formación, y el gobierno de Colombia sólo le está echando más leña al fuego, agraviando a los colombianos con impuestos empobrecedores, medidas coercitivas violentas que no parecen tener fin, y que lentamente cercenan la libertad y la propiedad.
¿Nos queremos convertir en la Venezuela de los que huyen?
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Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Blog del Banco Interamericano de Desarrollo
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