Todos recordarán a aquella muchacha que los medios durante un breve período de tiempo cubrieron con sus polémicos discursos a favor del planeta y en contra del sistema actual de políticas energéticas internacionales, clamando que se tomaran acciones como si se tratara de presionar un botón y el mundo pasase de ser lo que conocemos hoy a un gran y hermoso paraje creado por Dios y las mejores fantasías humanas.
Les digo algo, no salió nada bien.
Recordarán con mucho placer (para los activistas antinucleares) cómo Alemania, cuestionada por su huella de carbono decidió, “por el bien del planeta” cerrar TODAS sus plantas nucleares para mejorar su imagen frente al mundo y emprender un “camino de energías renovables, limpia, y amigable con el medio ambiente…”.
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Algo que me molesta muchísimo, además de que se ha hecho eco de que una planta nuclear es una “bomba atómica esperando detonar”, se ha dado cobertura a los activistas que protestan contra estas plantas sin conocer de lleno los procesos y que involucra la construcción, operación y mantenimiento de una planta nuclear. No es una bomba atómica, y menos nuclear, son reactores, que controladamente fisionan (quiebran en pedazos), átomos de un isótopo de Uranio (hoy en día se han descubierto nuevos combustibles), con esa fisión, calor es generado para luego convertirlo en energía eléctrica.
Es una energía limpia, con una huella de carbono realmente baja, sólo asociada en su mayor parte a los trabajos de construcción y en una ínfima parte, de operación y mantenimiento. Pero, los desechos nucleares, que es de lo más estigmatizado en una sociedad que ha preferido ver los medios antes que investigar los detalles reales de una publicación patrocinada por medios amarillistas, simplemente no son nada peligrosos.
Son desechos que en su mayoría basta con encapsularlos por un período corto de tiempo (Menos de 1 año), antes de poder ir a un vertedero o centro de reciclaje común, pues la radiación decae con el tiempo; y el combustible del reactor nuclear, que se cambia entre períodos largos de tiempo, también se encapsula, por mucho más tiempo, hasta que ya no representan riesgo para la población ni el medio ambiente.
Pero Alemania, sabiendo eso, se creyó una mentira, y con un doble discurso, nos prometió ser un país verde con la esperanza de un mundo mejor cerrando las plantas nucleares, pero, nadie le dijo a Alemania, ni a los países que han seguido “su camino” que sustituir una planta nuclear por plantas generadoras a gas, (si, gas de petróleo, que hay que quemar para que pueda servir de algo, emitiendo gases a la atmósfera) es lo más hipócrita que alguna vez he oído.
Entonces, sustituir energía nuclear por gas… Interesante, pero, ¿qué es lo más interesante de todo esto?
Que Alemania sigue comprando energía generadas por plantas nucleares, ¿de quién?, de nada más ni nada menos que de Francia, el país de las centrales nucleares, quien en vez de recortar proyectos de generación energética, los está expandiendo.
Francia es la clave del entendimiento de que, si se quiere un futuro de energías renovables, verdes, y sostenibles, se debe empezar con algo duradero, con una baja huella de carbono, y que sea segura, y en Francia lo saben… La ONU ha declarado incluso que las centrales nucleares son necesarias para poder salir del viejo coctel de energías contaminantes que tanto agobian a la humanidad, pero, que sus más grandes empresas, con el poder que tienen, patrocinan activistas mediocres, de ideologías dudosas y de complejos mentales que hacen de sus principales protagonistas, personas de dudosa integridad en sus discursos.
Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Foro Nuclear
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