Panem et circenses, es una antiguo latinismo usado para referirse a las dádivas otorgadas por el Estado para distraer al pueblo. Esta frase clásica ha trascendido a la modernidad convulsa de nuestros días con una malinterpretación típica del maniqueísmo de la política actual. El latín es lengua muerta, el español no. A pesar de haber pasado los siglos creemos que las frases antiguas hoy significan lo mismo. Las palabras ya no significan lo mismo porque nuestra cultura ha cambiado, y por ello el pan y el circo están más cerca de ser hoy una necesidad que una forma de distracción.
La cuarentena en el mundo causó algo que creíamos imposible, detener aunque sea temporalmente el avance inmisericorde de la industria. Sí, el cierre no fue completo y la pausa no le da ningún tipo de respiro al medio ambiente, pues seguramente estamos a niveles históricos en producción de material desechable, pero la enfermedad le pudo a la soberbia económica que miraba siempre desde arriba los llamados a la reflexión que le hacían los ciudadanos más preocupados y sensibles.
En medio de la preocupación reinante ante lo que seguramente representa la mayor crisis social en lo que va de este siglo, hemos visto que en los lugares de donde provenían las mayores cifras de la tragedia, también ha llegado el turno del regreso a ese privilegio infravalorado llamado normalidad. Uno de los ámbitos que ha buscado su pronta vuelta ha sido el sector deportivo, representado en dos categorías, la práctica recreativa y el retorno del fútbol. La primera categoría, la que permitía el desarrollo de actividad física al aire libre de cualquier persona fue percibida mayoritariamente como un aliciente a las preocupaciones y los efectos del encierro preventivo. La segunda, es un escenario de discusiones ideológicas, enfrentamientos políticos y necesidades económicas.
A diferencia de países como Alemania, Italia y España, donde ya se ha reanudado la práctica del deporte rey, en Colombia parece que aún falta mucho para hacer lo propio, esto en parte por la falta de voluntad política de un gobierno a merced de una población que amenaza con devorar lo poco que le queda de favorabilidad. El ejecutivo de cualquier Estado por ahora parece estar enteramente dirigido por ese Estado alterno de opinión conformado por las atmósferas de los medios de comunicación y las conversaciones en las redes sociales, y es precisamente esta última la que preservan una actitud negativa frente al regreso de la liga colombiana.
El argumento principal para oponerse al regreso del fútbol es parte del discurso ideológico que envuelve la frase “Pan y circo”. Para muchos las intervenciones del gobierno en este tema parecen un afán de atiborrarnos de información futbolística que desvié la atención de los problemas más urgentes de la emergencia sanitaria. Como si por arte de magia el fútbol tuviera el poder de embrujar sentidos a lo largo y ancho de la Nación.
Hay dos simples ideas para desvirtuar el facilismo discursivo implícito en esa afirmación. La primera es que no estamos mínimamente cerca de ser un país futbolero. Sí nos gusta el fútbol, pero carecemos de la pasión de países como Argentina, Brasil, Inglaterra o Turquía, donde partido a partido se llena la capacidad de los estadios grandes y pequeños. En Colombia, el año pasado, en condiciones económicas mejores que las actuales, se hablaba que la asistencia a los estadios no llegaba al 50 %, eso en caso del fútbol masculino, ni hablar de la categoría femenina. Esa falta de pasión y la existencia de canales de pago para ver fútbol constituyen una barrera de entrada para que el balompié colombiano se convierta en un factor distractor.
El segundo argumento es el purismo de la generación de jóvenes adultos del país. Encerrados en su sesgo de confirmación pretenden imponer su visión del mundo a los demás, por encima de cualquier interés de los grupos que considera equivocados. A su entender traer de vuelta el deporte que, bien o mal, genera mayores réditos económicos sería una maniobra distractora, subestimando el entendimiento de la gente y su discernimiento sobre lo público. A la gente le importa solo lo que le afecta y no necesita que haya fútbol por televisión o no para que le importe. Mi generación está empeñada en hacer que los demás participen en contra de su desidia, olvidando que la abstinencia y el nihilismo son también un derecho.
Espero que el fútbol regrese por quienes nos gusta este deporte con el alma, y sobre todo, por quienes viven de él. Nos olvidamos que hay familias, empresas, trabajadores que dependen de que esa máquina sin sentido de la mercadotecnia continúe en funcionamiento, y los discursos manipuladores sobre las intenciones distractoras de un gobierno corrupto no van a alimentar nada más que los egos de los militantes de determinadas ideologías políticas. No comen ni dejan comer.
Que vuelva el fútbol, el espectáculo, el entretenimiento de las esferas bajas por fuera del intelectualismo, de la marginalidad banal que se queda por fuera de la concepción rígida de la cultura, definiciones construidas por personas enajenadas en su gusto y envenenadas en el disgusto por el otro. Que vuelvan, necesitamos, pan y circo, siempre lo hemos hecho.
Por: Juan Ramírez
Instagram: @sebasragut
Imagen: Archivo Particular
*Las opiniones expresadas no representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.