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Proteccionismo creativo, una palmadita para los grandes

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Ya se firmó el decreto 681 con el que todas las plataformas que ofrecen contenido audiovisual por suscripción en Colombia deberán otorgar un espacio con producciones nacionales dentro de sus aplicaciones que sea de fácil identificación para los usuarios para garantizar la visibilidad de las mismas. Según la representante a la cámara y principal impulsora de la propuesta, Catalina Ortiz, esta medida intenta equilibrar las condiciones en que se ofrecen los seriados y películas extranjeros frente a los nacionales en dichas plataformas. ¿Funciona?

En principio se puede decir que la medida es positiva. Buscar una ventaja competitiva para la difusión del producto nacional en medio de las tendencias mundiales parece una medida apenas lógica que pretendería aumentar las posibilidades de supervivencia de unos productos que se encuentran en una desventaja técnica inequitativa frente a sus competidores. Proteccionismo de toda la vida.

En los términos del libre mercado de la actualidad, hablar de sistemas que aboguen por defender la dominancia del producto local sobre lo extranjero tiene detractores y defensores. A favor de este tipo de medidas se puede decir que son necesarias para nivelar una situación en la que un competidor está en clara desventaja, como el caso de las producciones internacionales sobre las locales. El catálogo de Netflix no está unificado, tiene variaciones más o menos graves dependiendo de las regiones en que se encuentre el usuario, lo que no permite la existencia de un consolidado total de las series de existentes en la aplicación, una estimación del sitio Flixable.com calculó que para 2018 existían unas 5.579 producciones (1569 series y 4010 películas), y según cálculos del sitio Ennetflix.com, que opera en diversos países, existen disponibles entre 50 y 65 producciones colombianas , esto dependiendo del país desde el que se realice la búsqueda, sin duda un panorama adverso para cualquier mercado que pretenda competir en justa ley, esto ignorando plataformas como HBO Go, Amazon primer y Claro Video, incluidas también en el mandato del decreto.

El fallo en las intenciones del decreto comienza a evidenciarse al afinar un poco la vista para revisar un detalle no menor, las especificaciones del documento firmado por la ministra Abudinén. El Decreto define unos requisitos que deben ser cumplidos para clasificar una producción en la categoría de producto audiovisual local. Los requisitos son: 10% de actores extranjeros cómo máximo en roles protagónicos, capital colombiano invertido debe ser mínimo del 51% (20% máximo de capital extranjero en caso de las coproducciones), personal técnico colombiano mínimo del 51%, personal artístico colombiano mínimo del 70%, duraciones superiores a 70 minutos para películas y de 52 minutos o superior para televisión. Dentro de esta descripción algo vaga y ambigua se pueden incluir una gran cantidad de producciones, que podría decirse que es el fin de la política, cobijar el mayor número de obras posibles. Pero es lo que no está lo que hace que sea cuestionable, pues más que una medida para favorecer la producción colombiana, parece ser una apuesta decidida a proteger a las grandes productoras colombianas.

Eso no es negativo hasta cierto punto, pues del éxito de esas grandes productoras normalmente se desprenden los suficientes beneficios económicos como para producir algunas obras de corte independiente o de cine arte que giran por los circuitos de festivales europeos, es una relación de ganar-ganar, visto desde el aspecto plenamente económico, la supervivencia de los grandes garantiza en cierta medida que el Estado y las productoras tengan los recursos para producir el resto del cine nacional. Pero viéndolo desde una perspectiva cualitativa, este decreto es un espaldarazo a las producciones clónicas de televisivas de baja calidad técnica y narrativa que padecemos en pantallas grandes y chicas durante la historia reciente del audiovisual colombiano.

Parece que la fórmula para triunfar como director, guionista o artista audiovisual está en producir siempre lo mismo. Si se revisa con algo de detenimiento la oferta de Netflix, la plataforma con más suscriptores en Colombia, y nos analizamos la oferta de producciones nacionales hay un claro patrón. Triple Frontera, Pablo Escobar, El Capo, Chichipatos, Al son que me toquen bailo, El Paseo, No estaba muerto andaba de parranda, y más o menos así todo el panorama. La oferta audiovisual colombiana se limita a ser esa vitrina del narcotráfico y la chabacanería que tanto se busca combatir desde la orilla opuesta al cine palomitero y la escena independiente. Es un paso adelante y dos atrás. El gobierno en medio de su decretitis de emergencia nacional sigue tomando medidas tendientes a favorecer a los de siempre, a los grandes, mientras que año a año se limitan los dineros y los medios para el Fondo de Desarrollo cinematográfico y todo el sector cultural en general que mantiene a flote las pequeñas productoras.

Aunque en medio de la discusión no hay nada sorprendente. Vemos novelones a toda hora para subirnos al carro del orgullo nacional cuando alguna producción menospreciada por nosotros mismos triunfa fuera de una tierra que no protege su derecho a ser vista.

Por: Juan Ramírez
Instagram: @sebasragut
Imagen: Pixabay
*Las opiniones expresadas no representan la posición editorial de Zona Captiva. Es responsabilidad exclusivamente del autor.

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