Era un día cualquiera en un lugar cualquiera, cuando mi abuelo sufrió un accidente cerebrovascular… un día horrible que nunca se borrará de la memoria de cada miembro de la familia, yo tan solo tenía 7 años y no entendía muy bien qué significada que una persona quede dependiente de por vida, solo sabía que si él seguía vivo a todos algo nos cambiaría.
A mi bisabuela le dijeron que a veces es mejor dejar partir a esos seres y no atarlos a una vida de dolor porque es peor, y ante dicha información, ella como cualquier mamá, dijo que no quería ver a su hijo morir, pero él todo le dolía y luchaba contra aquellas máquinas que lo mantenían vivo. Al final él murió y descansó…
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Luego, fue mi tía, paciente terminal y con dolores insoportables causados por un cáncer, en un momento en que poco y nada se sabía sobre cáncer, ella la atendieron con placebos para hacer que el mes de vida que tenía al menos fuera digno, y un día partió… dolió muchísimo, pero también descansó.
Cuando uno tiene en la familia seres que han tenido que pasar por “agonías” entiende que la eutanasia no es una idea loca que juega con el hecho de ser Dios, sino más bien un derecho a morir dignamente, algo que todos deberíamos tener. Se supone que cuando uno se vaya de este plano terrenal debe recordar lo vivido, saber si valió o no la pena, e irse en paz, pero cundo se está enfermo, con dolores insoportables, esas últimas semanas terminan siendo un infierno en vida, que no merece nadie que está a punto de cruzar al más allá.
El Gobierno Nacional está radicando el proyecto que reglamentará la eutanasia para personas mayores de 12 años que tengan enfermedades terminales o de gran sufrimiento, hecho que ha generado revuelvo, pero que es necesario poner sobre la mesa. Día a día hay pacientes en camas que solo claman a la vida acabarse, y el dolor que esto les genera hace que se vayan de este mundo cargados de ira, además no es solo un problema del paciente, también lo es de la familia, esa familia que tiene que lidiar día a día con la impaciencia de ver a su ser amado enfermo, porque por vivencias propias, sé que eso es diez mil veces peor de lo que muchos imaginan.
La muerte digna va más allá del ser que parte, es también una despedida digna para la familia. Vivimos en una sociedad donde se cree que entre más se prolongue la existencia de esta persona será mejor, porque le tenemos tanto miedo a la muerte, que, incluso sin ser la propia, no queremos que nadie la experimente.
Es cierto que duele perder a un ser amado y más cuando se tiene incluso una fecha definida, porque uno sabe que ate ese día no habrá nada que hacer, sin embargo, el amor va más allá de lo físico, y la eutanasía permite que se entienda esto, el amor por esos seres que deciden morir dignamente seguirá intacto en cada persona que lo conoció, que lo acompañó, y al final todos podrán descansar.
Es bueno que el Gobierno Nacional empiece a gestionar todo este proceso, porque demuestra que la sociedad colombiana está empezando a entender que la muerte es parte de la vida y uno tiene derecho a decidir sobre ella cuando ve que las cosas se vuelven insostenibles. Por eso, es un gran logro que el Gobierno haya impedido que entes como hospitales o médicos se declaren en objeción de conciencia ya que así se permitirá que la decisión sea objetiva y solo relacionada con la persona que morirá y que ninguna creencia sobre el bien y el mal se inmiscuya en el deseo de partir de este plano con dignidad.
Esto es un gran avance para Colombia, que durante años ha mostrado siempre estar a la vanguardia de la eutanasia en Latinoamérica y es necesario que siga así, para que más y más países del mundo entiendan que por el miedo a morir no se puede permitir que alguien sufra eternamente.
Por: Paula Andrea Porto Tavera
Instagram: @paulaportocine
Imagen: Freepik
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