Año 2024, finales de agosto, la Federación Rusa sigue apresurados pasos para lograr una contención pronta y efectiva de la ofensiva ucraniana en la región de Kursk, mientras prosiguen los intentos de avanzar en las regiones del este de Ucrania.
La ofensiva israelí en la Franja de Gaza ha forjado un complejo problema humanitario, mientras las Fuerzas de Defensa de Israel combaten centímetro a centímetro contra las insurgencias de Hamás, la República Islámica de Irán ha escalado las tensiones hasta el punto de preocupar a la comunidad internacional sobre una posible guerra abierta entre Irán e Israel.
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Por su parte, Estados Unidos ha publicado recientes informes sobre la posibilidad de un ataque militar a corto plazo de la República Popular China contra la isla de Taiwán, actual territorio y capital de la República de China, último bastión del ejército blanco de la guerra civil china y actual potencia tecnológica mundial.
En éstos momentos se pueden observar tres focos geopolíticos calientes, los cuales según analistas pueden desencadenar una guerra internacional a gran escala, la cual, si concurre en el momento correcto daría recursos, orden de batalla y objetivos para el inicio de una tercera guerra mundial, o mejor dicho, la primera Gran Guerra del siglo XXI.
Latinoamérica ha disfrutado de una relativa seguridad frente a las beligerancias entre Europa y Asia, aún cuando activamente han decidido asistir un bando específico con recursos materiales para esfuerzo de guerra de las partes involucradas.
En el siglo XXI, existiendo una nueva era de globalización, la posibilidad de una beligerancia entre los países latinos contra otro continente o entre ellos, se ha vuelto real, y representa una amenaza a la “cortina de paz” que ha defendido estos territorios de cualquier agresión hostil expansiva de una potencia extranjera. Ahora bien, la amenaza de un evento bélico entre países latinoamericanos no había sido tan fuerte desde los años 90, por la sencilla razón de que se han llevado a cabo grandes divisiones en la identidad latinoamericana como bloque, a favor de doctrinas dogmáticas a la medida.
Una carrera armamentista silenciosa se ha estado consumando desde hace dos décadas. Algunos países han hecho movimientos más notorios que otros, pero están allí, modelando sus fuerzas armadas para lo que podría ser la preparación para una guerra.
Venezuela bajo el gobierno de Chávez hizo grandes adquisiciones de material bélico de alta importancia, algo que sus vecinos Colombia y Brasil no dejaron pasar por alto; Colombia solicitó convertirse en socio global de la OTAN para la modernización de su ejército y policía nacional, por su parte Brasil ha estado adecuando su industria militar para la fabricación de aeronaves y blindados a la medida de su ejército y sus necesidades.
Mientras Ecuador y Perú se han hecho de material bélico importante, no han hecho mayores esfuerzos por implementar una doctrina de modernización agresiva, sin embargo, la República de Chile anunció tiempo atrás la modernización de su equipo de guerra electrónica y componentes de fuerzas especiales, buscando garantías de seguridad interna.
Recientemente, Argentina hizo un viaje totalmente inesperado, reimplantando la doctrina de defensa nacional con fuertes inversiones en la Armada, el ejército y la aviación militar, con implementación de equipo bélico moderno, y la actualización de equipos funcionales de vieja data. México, en su Guerra contra el narco, ha invertido ferozmente en equipo moderno de infantería y apoyo aéreo para sus tropas, pero su enfoque en seguridad pública lo hace un país que difícilmente pueda ofrecer una amenaza real a la paz continental, posiblemente el único.
Sumándole a esto, la compleja red de ideologías dominantes en los gobiernos actuales, podremos entender cuán delicada es la paz que se ha mantenido en la región, desde la guerra de la Triple Alianza no ha habido conflictos que hayan transgredido la Unión Latinoamericana.
¿Qué tan seguro te sientes?
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Por: Jean Carlos Guerra
Instagram: @jeanguerra.95
Imagen: Armapedia
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