Me declaro un soñador empedernido. Un entusiasta de las expectativas de construir un mundo mejor para todos que trabaje armónicamente con sus ecosistemas. Un idealista que ve, a pesar de las dificultades, el camino para romper las desigualdades en la que hemos vivido durante cientos de años. Aun así tengo que ser realista y una verdadera transformación no va a venir de un día para otro. Ya quisiéramos parpadear y ver que las injusticias terminan en un abrir y cerrar de ojos pero no va a ser así.
Tenemos que aprender de nuestros errores. La historia es un recurso importante para entender el presente. Podemos encaminar los estallidos sociales que vienen ocurriendo en Estados Unidos, y que se pausaron por la pandemia en Chile, Colombia y Ecuador a finales del 2019, en el motor de los cambios que necesitamos.
Sé que estamos cansados de falsas promesas y de siempre ceder ante las presiones del Establecimiento pero no perdamos la oportunidad de subirnos al tren de las transformaciones. Que la ambigüedad y nuestro afán por cambios estructurales no nos conviertan en Mayo del 68-2. Aquella movilización estudiantil que pudo integrar a la clase trabajadora, y que incluso puso contra las cuerdas al presidente de Francia, terminó siendo el reflejo de una revolución estancada.
Esto no es una apología a la sumisión es el manifiesto a una transición progresiva. No estoy abogando por soltar la bandera de un cambio estructural. Creo que es necesario. Sin embargo, esta bandera en vez de beneficiarnos nos ha perjudicado. El miedo a que el futuro sea totalmente distinto al que conocemos es la gasolina del Establecimiento. No alimentemos esos miedos, no le demos más combustión a esas estructuras rígidas y arraigadas en el poder. Seamos inteligentes y estratégicos como ellos siempre han sido. Pongamos un Caballo de Troya para luego tomarnos todo.
Empecemos a manifestarnos con banderas más solidas y concretas: un cambio en la educación de la fuerza pública que busque una mejor empatía con la ciudadanía; una jurisprudencia que sea más fuerte contra el abuso policial; un impuesto a las bebidas azucaradas; educación superior gratuita; una inversión más robusta a nuestros sistemas de salud; un sistema que proteja a les trabajadores del cuidado, un impuesto a la riqueza, etc.
A pesar de que aún falte mucho por luchar muestra del éxito de tener debajo del brazo propuestas concretas son los movimientos feministas y LGBTIQ+. Que, hoy, esté en la discusión pública, incluso en leyes: el aborto, la ley de cuotas y el matrimonio igualitario es un ejemplo de lo que se puede conseguir luchando con objetivos concretos y no abstractos.
Como dice la abuela “ el que mucho abarca poco aprieta”
Por: Diego Cuesta
Twitter: DiegoACuestaC
Imagen: Acuarela de palabras
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